Monte Saint Michel y Honfleur son los puntos de referencia sin olvidar la cinéfila Deauville y la calmada Trouville

Por PABLO SAN ROMÁN

Tres días. A finales de febrero disponía de tres días libres para visitar alguno de los muchos atractivos lugares que tiene Francia. Y la zona de Normandía, junto a Perigord, es uno de mis lugares favoritos en un país con tantos atractivos. Tres días no daban para mucho, teniendo en cuenta, además, el viaje en coche desde París, con tres horas para ir y otras tantas para volver. Una vez decidido el destino, Normandía, había que seleccionar los destinos en una región que posee múltiples encantos. Y no era fácil.
La Abadía del Monte Saint Michel (en la imagen principal) y la hermosa ciudad de Honfleur serían los puntos de referencia de la visita, junto a una incursión al balneario de Deauville y Trouville. Para otra ocasión quedarían encantos normandos llenos de belleza como los acantilados de Etretap y Fecamp, las ciudades de Dieppe, Ruán, Bayeux, Le Havre, Caen o Cherburgo, sin olvidar los lugares históricos del desembarco de Normandía. O, mucho más cerca de París, los jardines y la casa del pintor Claude Monet, en Giverny.

Calle de Honfleur.


Pero el Monte Saint Michel y Honfleur son los lugares más recomendables para una rápida visita a Normandía. Y cuando conoces ya la región y sus múltiples posibilidades, tienes la ventaja de saber los lugares a los que quieres volver.
Además, la proximidad de la Abadía del Monte Saint Michel a la región de Bretaña, te permitía hacer una visita rápida a esta otra región y pasear por la bonita ciudad bretona de Saint Malo.

Vista de la playa de Saint Malo.

Murallas de Saint Malo

La distancia entre Saint Malo, en Bretaña, y el Monte Saint Michel, ya en Normandía, es apenas de 55 kilómetros, por lo que aprovecharía para visitar esta atractiva ciudad bretona.
Saint Malo, sería por tanto, mi primera parada y el lugar elegido para pasar la primera noche. Pocas ciudades fortificadas son tan bonitas como ella. Lo primero que se levanta ante tu vista es el castillo de la ciudad, convertido ahora en ayuntamiento, construido entre los siglos XV y XVIII, que fue propiedad de los duques de Bretaña.

Saint Malo, ciudad fortificada.


Pero uno cae enamorado de la ciudad al dar un paseo sobre las murallas de la ciudad, edificadas desde el siglo XII. Franqueada la puerta de San Vicente, se accede a través de una rampa o escaleras a la fortificación, que rodea a la parte antigua de Saint Malo. En un bello recorrido de 1.754 metros, unos 30 o 40 minutos andando, vas dejando atrás bastiones o playas como Mole, Bon Secours o Eventail.

Las murallas de Saint Malo, edificadas desde el siglo XII.


Una vez terminado el recorrido de la muralla, una vista al casco viejo te hace descubrir la catedral, la casa del Corsario o la Halle de Blé, un mercado del siglo XIX. Y para terminar la tarde, nada mejor que dar un amplio paseo por la playa de Sillon, acompañado de la degustación de unas deliciosas crepes, la especialidad culinaria bretona más famosa.
Tras esa bocanada de aire fresco bretón, desde la mañana siguiente esperaba Normandía. Y la primera parada obligatoria el Monte Saint Michel y su abadía.
El Monte Saint Michel es uno de los diez monumentos más visitados de Francia y el primero fuera de la región parisina. Es uno de los pocos enclaves en el país que mantiene su estructura medieval, edificada entre los siglos XIII y XVI, con una abadía que tiene sus orígenes en el IX.

Monte Saint Michel, uno de los diez monumentos más visitados de Francia.

Mareas del Monte Saint Michel

La primera vez que visité este lugar maravilloso fue hace 25 años. Y en aquella época, podías dejar el auto sobre la arena a los pies del impresionante islote, en la bahía, con el riesgo de que una subida de marea se lo llevara. “No dejen el coche mucho, no se vayan a llevar una sorpresa”, me dijo un amable señor francés en 1995 en mi primera visita.
En aquel tiempo se accedía por un puente-pasarela, que sigue existiendo y luego debías buscar un lugar para dejar el coche. Y el lugar más socorrido era la arena. Dejándolo a merced del capricho de las mareas.

Saint Malo ofrece un espectacular recorrido entre la playa y las fortificaciones.


Aquello acabó. Ahora está prohibido el acceso en coche y hay aparcamientos de pago a unos 2 o 3 kilómetro del lugar, donde dejas el auto y los recuperas cuando termines la visita previo pago de nueve o catorce euros, según la temporada. Y la distancia hasta el Monte Saint Michel lo puedes hacer a pie, lo que es altamente recomendable con un precioso paseo de media hora con la abadía al fondo, o en autobuses lanzaderas gratuitos.
Recorrer las calles y las murallas del islote te permite hacer una pequeña excursión a la época medieval. Entrar en el recinto medieval y el islote es gratis, aunque el billete de acceso a la abadía es de 10 euros, a lo que hay que añadir el coste del parking.

Adentrarse en el islote de Saint Michel es igual que ir a una época medieval.

Hay solo un puñado de hoteles chiquitos en un islote que cuenta con menos de 50 personas como pobladores, por lo que es recomendable buscar un alojamiento en los alrededores y Saint Malo no es una mala solución por lo atractivo de esta ciudad bretona.

Belleza de Honfleur

Debido a que el Monte Saint Michel casi se encuentra en Bretaña, la siguiente escala, Honfleur, está a casi 200 km del islote (191 km), con dos horas y cuarto de conducción.
Honfleur te conquista desde el primer contacto. Sobre todo con un primer paseo por el puerto viejo y sus casas del siglo XVII y XVIII. Antes, en el horizonte, se divisa el Puente de Normandía, de 215 metros de alto y 2.141 metros de largo, construido en 1995, que une Honfleur con La Havre, bonita ciudad portuaria, por la que llegó el fútbol a Francia, traído por los ingleses.
El Puente de Normandía se erige cautivador desde la ventana de nuestro hotel, frente al Sena, ya que el famoso río conocido mundseialmente por su paso por París, desemboca en Honfleur.

El famoso río Sena desemboca en la ciudad de Honfleur.


Después, Honfleur es cautivador, cualquier calle con sabor medieval te lleva a lugares en los que el asombro es constante. Destacando entre sus atracciones la iglesia Sainte Catherine, construida en el siglo XV, siendo el edificio religioso en madera más grande de Francia, el Jardin des Personnalités, un amplio parque adornado con decenas de bustos de personalidades ilustres de la historia de Francia.

Honfleur sorprende siempre al visitante por su belleza cautivadora.


El centro histórico de Honfleur representa una nueva inmersión en épocas medievales. En uno de los muchos bares del casco viejo, se puede degustar, aunque no en grandes cantidades, una copa de calvados, el aguardiente de la zona, que se obtiene por destilación de la sidra, acompañado de queso Camembert, también de la región. Y para cenar, unos mejillones, que los preparan muy bien por esos lares.

Paseo de la ciudad de Deauville.

Consumidas dos jornadas, en la tercera y última nos espera la estación balnearia de Deauville y Trouville, dos pueblos vecinos, a solo 18 km de Honfleur, un lugar frecuentado por muchos parisinos, ya que poco a poco nos hemos ido acercando a la capital francesa. Y aunque seguimos en Normandía, y en el mar, al ir hacia al este nos hemos colocado a solo 200 km en línea recta de la Ciudad de la Luz, a la que una autopista nos devuelve en coche en 2 horas y 18 minutos.

El cine y Deauville

La mañana de nuestro tercer y último día se ve premiada con el famoso paseo de ‘Les Planches’, junto a la extensa playa de Deauville. Casetas para cambiarse, de estilo Art Deco, fueron instaladas sobre el paseo desde principios del siglo XX, cuando muchos parisinos la eligen para pasar sus vacaciones, atraídos por sus playas, su casino y su elegante hipódromo, construido en el siglo XIX. Desde 1975, muchos artistas de cine acuden a la ciudad, para asistir el festival del séptimo arte que empezó a realizarse en la ciudad en esa fecha. Y el nombre de actores y actrices que acuden son acuñados en las barandillas de cemento de las 450 cabinas para que los bañistas se cambiaran, instaladas a lo largo del famoso paseo.

En el paseo de Les Planches de Deauville, las barandillas de las cabinas de los bañistas llevan inscritos los nombres de famosos actores.


De esta forma, desfilan ante nuestros ojos los nombres de Lauren Bacall, Elizabeth Taylor, Yul Brynner, Buster Keaton, Joséphine Baker, Kirk Douglas, Nicole Kidman, Sylvester Stallone, Clint Eastwood, Tom Hanks, Harrison Ford, Steven Spielberg, John Travolta, Pierce Brosnan, Robert De Niro y el español Antonio Banderas, entre muchos otros.
El 25 de mayo de 1987, la reina Isabel II de Inglaterra, gracias a una derogación especial en un lugar peatonal, se paseó en Rolls Royce por las planchas de madera, colocadas a lo largo del paseo.
Al final del paseo, aparece el puerto pesquero y deportivo del lugar, con sus lujosos yates. Y un puente, llamado, Pont des Belges, te permite adentrarte en el vecino pueblo de Trouville.

Deauville, una ciudad que convive con el mar.


Trouville, menos famoso que su hermano gemelo Deauville, tiene también su casino, su playa, su paseo des Planches, su puerto pesquero y su puerto deportivo, su centro de talasoterapia, construido en 1912, y su mercado de pescado, llamado ‘La Poissonnerie’, que data de 1935.

Trouville tiene también un precioso paseo junto al mar.

Tras un paseo por Deauville, que me hace sentir, por un momento, en San Sebastián, el recorrido normando de tres días, con una breve incursión por la vecina Bretaña, toca a su fin. París espera tras 200 km por carretera.
Normandía un paraíso con toque medieval, al borde del mar.

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