
Recorrido por los seis teatros o salas que perviven en una ciudad con una amplia historia teatral que se remonta a 1575 cuando se inauguró el primer Corral de Comedias en la plaza de Santa Cruz
Se apagan las luces, se abre el telón… ¡comienza la función! Valladolid es una ciudad con historia teatral desde que en 1575 se inaugurara el primer Corral de Comedias en la plaza de Santa Cruz. Llegaban los grandes estrenos del Siglo de Oro, y el amor de la burguesía por la dramaturgia hizo que se sucedieran los espacios para disfrutar de ese arte en varios rincones de Valladolid.
Para el recuerdo quedan las tablas de desaparecidos escenarios, como el Teatro de la Comedia de la plaza Martí y Monsó; el Teatro Pérez Galdós en la calle Hostieros, o el malogrado Teatro Pradera, a la entrada del Campo Grande; un mítico del entretenimiento que sucumbió a un progreso más entendido en 1967, ante el estupor de los vallisoletanos que no perdonan aquella tropelía con la memoria cultural.
Eso fue el ayer, pero la ciudad conserva edificios que sirven de referencia para viajar con la imaginación cuando las luces se atenúan y el teatro salta a escena.
Guía de teatros en Valladolid
En VYMM nos convertimos en ‘acomodadores’ para guiaros por esos espacios que hacen de Valladolid una ciudad teatral. Abrimos las puertas del Teatro Calderón, del Zorrilla, del Carrión, del Cervantes, la Sala Borja, el LAVA y quizás en un futuro no muy lejano del Lope de Vega. 6+1
¿Te acomodas? La función te espera.
Teatro Calderón


Dicen que ‘la vida es sueño’ y en Valladolid grandes sueños se han escenificado en el Teatro Calderón. Es, sin duda, el más prestigioso de los teatros de Valladolid, el de mayor carga emocional y el que llegó a ser uno de los principales de España desde que hace 158 años, concretamente el 29 de septiembre de 1864, levantara por primera vez su telón para representar, a modo de homenaje, la obra de Calderón de la Barca El alcalde de Zalamea.
Valladolid era, a mediados del siglo XIX, una ciudad en ebullición y a su creciente burguesía se le quedaba pequeño, en tamaño y en expectativas, el ‘Gran Teatro’ o ‘El Teatro de la Comedia’ de la plaza Martí y Monsó y el Teatro Lope de Vega (inaugurado solo tres años antes). Así fue como, sobre el antiguo palacio del Almirante de Castilla, se levantó este edificio, muy a pesar del Arzobispado, que no veía con buenos ojos que estuviera tan próximo a su sede.
De muros de piedra de sillería y granito, de diseño ecléctico y tendencia neoclásica, destaca su majestuosa fachada con amplios ventanales y sujetada por un gran soportal en la calle Angustias, diseño del arquitecto Jerónimo de la Gándara; diseñador también del teatro Lope de Vega vallisoletano y del Teatro de la Zarzuela de Madrid.
Ese soportal da paso a una sala principal en forma de herradura, a la italiana, decorada con lujosas pinturas de Augusto Ferri, un patio de butacas, palcos bajos, platea, anfiteatro, galería y gallinero, con lámparas laterales de estilo modernista de principios del siglo XX.
390.000 pesetas costó la obra en total, si bien de aquel edificio diseñado por De la Gándara solo se conserva hoy la fachada y la sala principal, tras el resultado de una ambiciosa reforma que duró cuatro años y culminó en 1999, con la reinauguración del Calderón por parte de la reina Doña Sofía. Hoy una gran lámpara de la Real Fábrica de Vidrio de La Granja, con un peso de 1.000 kg, con tres metros de diámetro, 30.000 piezas de cristal y 153 puntos de luz, corona una sala principal con capacidad para 1.141 localidades.
Forma parte de la Red Nacional de Teatros y es sede permanente de la Semana Internacional de Cine (Seminci), pero sus dependencias no se limitan al teatro. Cuenta, además, con una sala de exposiciones (Sala Delibes) y un Salón de Espejos, versátil, donde se realizan actos culturales, cenas de gala, congresos o entregas de premios.
Teatro Zorrilla

Poco faltó para que el Teatro Zorrilla corriera la misma suerte que el histórico convento de San Francisco sobre el que fue edificado hace 138 años, ocupando un lugar privilegiado de la ciudad, entre la Plaza Mayor y la calle Constitución. La Diputación de Valladolid lo salvó de la piqueta y en septiembre de 2009, tras una completa remodelación, volvió a situarse en el centro de la vida cultural de la ciudad.
No es casualidad que lleve el nombre del poeta y dramaturgo vallisoletano más emblemático. El propio Zorrilla fue testigo directo el 31 de octubre de 1884 de su multitudinaria inauguración. Aquel día se puso en escena su obra ‘Traidor, inconfeso y mártir’ y, por aclamación popular, recitó la composición ‘Nadie es profeta en su patria’.
Este teatro con decoración modernista, que venía a completar la oferta del Lope de Vega y del Calderón, constaba de una sala de espectáculos, con patio de butacas, palcos laterales y dos pisos de galerías sobre columnas metálicas, ideado por el arquitecto Joaquín Ruiz Sierra.
El diseño de la sala principal, con aforo para 534 personas, mantiene su aspecto original, dado que era la pieza más representativa y de mayor valor del teatro, aunque el color beige predominante fue sustituido por el azul. La gran transformación se observó fuera de la sala. Y es que se dotó al edificio de un vestíbulo de tres alturas del que carecía para convertirlo en un espacio de relación social.
El teatro está equipado ahora con una sala experimental y de ensayos en el sótano, con capacidad para cien personas deseosos de escuchar buena música-, una cafetería muy coqueta y agradable en la planta primera, una sala de conferencias con espacio para exposiciones temporales en la segunda planta, y un archivo y videoteca en el último piso.
Teatro Carrión

Con menos pretensiones que el Calderón, el Lope de Vega o el Zorrilla, nació en plena posguerra (25 de marzo de 1943) el ‘hermano pequeño’ Teatro Carrión, muy cerca de la céntrica calle Santiago, bajo la dirección del arquitecto Ramón Pérez Lozana.
El nombre proviene de sus primeros propietarios: los hermanos Carrión, que escogieron la película ‘La octava mujer de Barba Azul, protagonizada por Gary Cooper, para dar lustre a la premier e iniciar una aventura con no pocos dramas.
Un gran incendio en 1956 arrasó gran parte de la construcción y a punto estuvo de borrarlo del escenario. Por suerte, fue reconstruido este edificio de arquitectura moderna, cuya escalera interior y parte de la fachada están consideradas patrimonio histórico.
No fue la única reforma que sufrió. La más grandiosa se realizó en 2016, tras una inversión de un millón de euros que le permitió mantener su esencia en un equilibrio entre lo antiguo y lo moderno.
Actualmente cuenta con dos plantas que suman 813 butacas, está equipado con modernos sistemas de iluminación y de sonido, y es capaz de acoger todo tipo de espectáculos: teatro, música, cabaret, zarzuela, variedades, circo o magia.
Teatro Cervantes

¿Cine o teatro? El Cervantes vallisoletano, ubicado en la esquina de la calle Santuario con Simón Aranda, realmente nació como sala para proyectar películas el 20 de septiembre de 1959 y no fue hasta el 27 de febrero de 1988 cuando reabrió como sala teatral, gracias al empeño empresario Francisco Heras de la Calle, propietario en la ciudad también de los Cines Manhattan y Broadway,
Recogía así el testigo de aquel Teatro Cervantes que inaugurara en 1896 Nicasio Pérez en la calle de la Verbena y que permaneció abierto hasta 1924. Pero aún más. El lugar elegido en los planos del arquitecto Pascual Bravo también tenía un poso teatral. Y es que en esa misma calle de Simón Aranda ya hubo un teatro en abril de 1575 que se llamaba el ‘Corral de la Longaniza’.
Bajo el luminoso ‘Sala Cervantes’, se ofrece un patio de butacas con capacidad para 405 espectadores frente a un escenario de más de diez metros de ancho por ocho de fondo y cuatro de alto, capaz de escenificar representaciones teatrales del gusto de grandes y pequeños.
Más teatros en Valladolid
No llevan en su nombre el indicativo de ‘Teatro’, pero sobre sus tablas se narran un sinfín de dramas y de comedias. Nos referimos, por ejemplo, a la Sala Borja, ubicada en la calle Ruiz Hernández, muy cerca de la Plaza de la Universidad, propiedad de la Compañía de Jesús desde hace más de 50 años. 424 asientos preparados para aplaudir las representaciones de grupos aficionados sobre un escenario de 45 metros.

O el Laboratorio de las Artes de Valladolid, conocido popularmente como LAVA; el último escenario en incorporarse a la oferta teatral vallisoletana, de la mano de la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid. Se trata de un complejo destinado a la producción cultural y a la investigación artística, abierto a todo tipo de proyectos relacionados con las artes escénicas, plásticas o audiovisuales.
Sobre el terreno que ocupó el antiguo matadero municipal, en el Paseo de Zorrilla, es un espacio versátil dividido en cuatro salas. La más sobresaliente es la que lleva por nombre Concha Velasco, un auditorio polivalente con aforo para 610 localidades en gradas retráctiles, sala de exposiciones, cafetería-restaurante y salas de ensayo; en una superficie total de 3000 metros cuadrados. A las que se suman la Sala Negra, Sala Blanca y Sala 221, con una superficie total de 1700 metros cuadrados.
Teatro Lope de Vega


En pie sigue el Teatro Lope de Vega, en la calle María de Molina, con sus característicos azulejos en su fachada que representan el ‘Fénix de los Ingenios’, pero lleva ya la friolera de 22 años, ya demasiados, ‘aletargado’ y a la deriva.
Sus puertas permanecen cerradas desde que el 30 de abril del año 2000 cayera el telón tras 139 años de frenética actividad teatral. Sin embargo, hay esperanza de que el teatro más antiguo que se conserva en la ciudad pueda escribir una nueva página en la historia cultural, después de que el Ayuntamiento acordara recientemente su adquisición.
Su vida arrancaba el 6 de diciembre de 1861, con la obra ‘El premio del bien hablar’, que homenajeaba al autor que le da nombre. Los vallisoletanos daban así la bienvenida a un coliseo que venía a suplir el hueco dejado por el desaparecido Teatro de la Comedia, del siglo XIX.
Diseño de Jerónimo de la Gándara, al igual que el Teatro Calderón, sigue el esquema de los teatros a la italiana, es decir con planta de herradura y dispuesto con un patio de butacas, platea, palcos, anfiteatro y galería. Llegó a albergar a 900 espectadores, entre ellos al mismísimo José Zorrilla, y a abrazar grandes espectáculos y representaciones.
¿Volverán los vallisoletanos a disfrutar del teatro, cine y conciertos en este emblemático edificio? La historia continuará…

Por Mar Peláez