La vuelta a los orígenes está en el pensamiento de muchos ciudadanos de la ciudad, pero de momento las estadísticas no indican ese éxodo al ámbito rural
La pandemia ha traído no pocas consecuencias y comportamientos de vida diferenes. Muchas de ellas han venido para quedarse y un de ellas tiene que ver con el lugar donde queremos vivir. El confinamiento transformó las habitaciones en espacios repetitivos, los muebles aburridos, las vistas —cuando las había—, en paisajes trillados. Recorrer día tras día las mismas cuatro paredes tiene sus consecuencias: hoy no nos extraña que a la hora de buscar un nuevo hogar puntúen extra criterios como la luz, el espacio o la cercanía a un entorno natural. Hoy no es tan raro querer vivir en el pueblo.
Desde el portal Fotocasa insisten en que no hay datos oficiales al respecto. Incluso los hay que parecen ir en contra, como la estadística del INE sobre las migraciones interiores del primer semestre de 2020, que arroja unas cifras menores que las de años precedentes. No importa la comunidad autónoma que se mire: todas ellas han enviado a menos personas que en años anteriores y, lógicamente, recibido también menos migrantes nacionales.
Con los datos de la mano, podemos decir que en el primer semestre de 2020 hubo menos movimientos interautonómicos que el año anterior (un 32,3% menos a nivel nacional). Cuando haya registros disponibles, será interesante ver qué sucedió en de la segunda mitad del año, tradicionalmente mucho más movida.
Por si tu idea es ir a vivir a pueblo o volver a tus orígenes, el citado portal digital nos propone…
7 consejos por si lo tienes en la cabeza
- 1. Empieza a buscar casa en los portales de anuncios, pero no dudes en visitar los pueblos y preguntar a los vecinos.
- 2. Añade unos cuantos criterios a los que sueles utilizar cuando buscas una casa en la ciudad. Pregunta si ha habido inundaciones o sequías, busca zonas con agua y fíjate en la orientación (este-oeste sigue siendo la mejor).
- 3. Si vas a tomar la decisión en pareja, al menos una de las partes tiene que estar muy convencida y contar con cierto apoyo de la otra.
- 4. Mejor que esperar conseguir un trabajo en el pueblo es que lo lleves tú allí. El teletrabajo es posible, pero necesitarás informarte sobre antenas y extensores de señal.
- 5. La vuelta al pueblo no es irreversible, siempre puedes deshacer lo andado y regresar a la ciudad.
- 6. No lo veas como una medida desesperada para cambiar de vida. Valora otras opciones.
- 7. Y sobre todo, tómate todo el tiempo del mundo para buscar tu nuevo hogar.
Una casa autosuficiente frente al cambio climático
Razones para cambiar hay muchas. Porque el coronavirus, más que una causa en sí misma, ha sido sobre todo el acicate para reforzar una intención que ya existía. Es el caso del consultor de eficiencia energética Gabriel Machancoses, a quien el virus asaltó mientras buscaba una casa con vistas a ser autosuficiente.
“Todo empezó en 2018 con el informe de la ONU del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), que dice que tenemos 12 años para que el cambio climático no sea irreversible”, recuerda. “Es un plan B, por si los científicos tienen razón que no me pille desprevenido, que tenga un terreno que me permita ser autosuficiente”.
Hoy Machancoses tiene una casa en un valle de La Rioja, pero no habla desde allí, sino desde Ibiza, su lugar de residencia anterior. Un problema con la estructura de su casa del pueblo le ha obligado a retrasar su traslado definitivo. El plan, en cualquier caso, sigue en pie.
Desde el principio Machancoses tuvo claro lo que buscaba: una casa de entre 5.000 y 10.000 m². “Me costó muchísimo encontrar algo que superase los 5.000 m², al menos en el norte de España”. Tras más de un año mirando ofertas, la encontró, si bien guardaba dos sorpresas desagradables.
La primera fue una población de termitas que había devorado varios pilares estructurales de madera. La segunda fue descubrir, al poco de adquirir el inmueble, que un vecino tenía a la venta una propiedad muy similar a la del consultor, pero por un tercio de lo que él había abonado. “Y eso que lo que yo pagué ya me parecía una ganga”.
Toparse con los insectos devoradores de madera no fue el aterrizaje, superado el confinamiento total de la primavera de 2020, que Machancoses esperaba. Sin embargo, y aunque todavía no reside en la casa de La Rioja, ya pasa algunas temporadas allí en las que aprovecha para preparar el terreno y reparar la estructura. Una experiencia que, explica, mejoró muchísimo gracias a sus vecinos riojanos.
“La relación es espectacular, toda la gente del valle tiene una conciencia parecida a la mía. Te abren sus casas, te invitan a comer sin apenas conocerte, te dejan todas sus herramientas. Al lado de mi casa, mis vecinos tienen una granja de conejos y me han regalado toneladas de estiércol para mi terreno. He sido recibido con los brazos abiertos”, resume el consultor. “En el valle hay un mix muy bueno de gente de campo y también de ciudad que se ha mudado aquí”.

Razones para volver al campo
Para Francisco Martínez, desarrollador informático, volverse al pueblo fue un movimiento vital que tarde o temprano iba a llegar. Vecino de San Cugat del Vallés, a unos 30 kilómetros de Barcelona, vive hoy, junto a su mujer e hijos, en la misma localidad almeriense en el que veraneaba con su familia.
“Me pasé toda mi adolescencia esperando el verano para venir aquí. Compraba libros de animales de la zona para hacer estudios cuando viniéramos. Tenía muy buen recuerdo de jugar con mis primos, de estar suelto y salvaje”, cuenta por teléfono mientras de fondo se escuchan sus pisadas sobre la tierra. “Nunca he llegado a conectar con la ciudad como con el campo”.
Algo que sí le ocurre a su pareja: “Ella es del barrio del Born (de Barcelona capital) y siente la ciudad muy suya. Le encanta perderse en la multitud, el anonimato, ver los nuevos garitos que abren. Ver el mar”.Volver al pueblo es una respuesta a esa falta de conexión que, a veces, sentimos con las ciudades
Eso fue al principio. No pasó mucho tiempo hasta que hizo correr la voz en el municipio almeriense que tan bien conocía. Preguntó a unos y otros por inmuebles que estuvieran en venta y le llegaron varias ofertas de casas que no estaban anunciadas en ningún sitio. Escogió una que llevaba siete años vacía.
“Sus propietarios no tenían intención de alquilarla, pero al conocernos a nosotros a través de unos conocidos que les contaron nuestra historia y ver que yo mismo tenía familia en el pueblo… se plantearon que, para tenerla más años cerrada, por qué no iban a alquilar la casa”, relata.
Los primeros meses de traslado fueron caóticos. “Yo no sabía que el papeleo de cambiar entre comunidades autónomas era tan complicado, casi como si te cambiaras de país. Tuvimos que cambiar muchas cosas: empadronarnos para meter a los niños en el cole, cambiar cosas en la Seguridad Social para conseguir el padrón…”, explica Martínez, que se instaló los primeros meses en el pueblo mientras su familia permanecía en San Cugat del Vallés.
“Cuando terminó todo —prosigue Martínez— nos colocaron a cada niño en un colegio diferente”. La solución para este último obstáculo administrativo fue hablar con el responsable de Educación del pueblo, que “movió un poco los hilos para ayudarnos”. “En los pueblos tienes esa cercanía: en el mismo bar donde vas a desayunar tú, desayuna también el alcalde”.
Instalados desde hace año y medio, la familia de Martínez pasó la peor parte de la pandemia y el confinamiento en pueblo. “Aquí hacíamos circuitos por casa: salías al patio, ibas a la cocina, de la cocina ibas a la entrada, en la entrada dabas la vuelta al patio, subías al piso de arriba, bajabas a la cochera…”, afirma Martínez, que recuerda que le entristecía ver por la televisión cómo estaba la gente en las ciudades, sin luz natural y muchas veces con la pared del vecino como única vista a través de la ventana.
Para él, no cabe duda. Volver al pueblo, al campo, fue la mejor decisión que pudo tomar. “La pandemia me reafirmó en lo que pensaba, en que el futuro está en dejar de acumularnos todos en las ciudades.