
La riqueza patrimonial de la Comunidad supera lo artístico y lo paisajístico con sus recintos amurallados, otra de sus señas de identidad
Aunque de momento no lo parece, porque las temperaturas suaves siguen acompañándonos, el otoño ya está aquí. Y con él llega una estación amada y odiada a partes iguales. La nostalgia, la pérdida de horas de luz, la cercanía del final del año… son algunos de los argumentos que esgrimen quienes no tienen especial predilección por el otoño.
Pero para sus defensores, que son muchos, pronto comienzan tres meses repletos de posibilidades para disfrutar: un paisaje único plagado de colores irrepetibles, una gastronomía muy especial y, sobre todo, una oportunidad para realizar esos viajes o visitas a lugares cercanos que siempre posponemos.
Castilla y León está llena de esos lugares. O, mejor dicho, Castilla y León es ese lugar. Porque esos rincones especiales, tomados por bosques y por los vestigios de otras épocas que han pervivido hasta la actualidad, salpican su paisaje. Raro es adentrarse en alguna de sus 9 provincias y no encontrar encanto en el que detener la vista. Y uno de sus grandes atractivos, de los elementos que más carácter y personalidad le dan, porque incluso lo lleva en el nombre, son las fortificaciones.
Los castillos fueron tesoros del pasado que en muchos casos han podido renacer en el presente. Pero más allá de las historias que los envuelven, hoy queremos viajar hasta algunas de las más coquetas y pintorescas localidades amuralladas de la Comunidad. Casi todas bien conocidas, porque precisamente ese elemento que las identifica las ha hecho famosas, nunca nos cansamos de visitarlas, y menos en otoño.
1. Rello (Soria)

Esta localidad (también en la imagen principal), ubicada en lo alto de una peña al sur de la provincia de Soria, luce una de las murallas mejor conservadas de la región. Originaria del siglo XII y concebida con fines defensivos, como era común con estos elementos, cuenta con dos puertas de acceso al recinto, aunque una de ellas fue objeto de restauración.
La muralla aún luce diversas torres con sus almenas y en una de ellas se puede encontrar el escudo heráldico del Señor de la villa, que era Lorenzo Suárez de Mendoza, Conde de La Coruña. El corazón de la localidad discurre entre la iglesia y el castillo, arropados por la Plaza Mayor, aunque a lo largo de dos vías se puede rodear la localidad junto a la muralla.
Caminar por sus calles, estrechas y de piedra, permite al visitante retrotraerse a otra época y poder saborear el aire medieval de sus rincones. Por algo el recinto cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural y Conjunto Histórico.
2. Covarrubias (Burgos)

Se cree que la muralla de la localidad burgalesa data del siglo XIV, y aunque no se conserva íntegra porque fue mandada derribar dos siglos después para garantizar la ventilación de la villa y evitar la peste de la época, siempre es un lujo visitarla.
Este elemento arquitectónico debió de tener tres puertas, una de ellas vigente hasta el siglo XIX, y pese a que gran parte de la muralla no se mantiene, aún es posible disfrutar de lo que aún permanece en pie, tanto en el lado del río como en el interior de la villa, llena de rincones y espacios encantadores en los que perderse.
El Torreón y el palacio de Fernán González, la que fuera colegiata de San Cosme y San Damián, la iglesia de Santo Tomás y la casa de Doña Sancha son algunos de los lugares más hermosos para visitar en Covarrubias.
3. Maderuelo (Segovia)

Encantador en cualquier momento del año, y muy especialmente en otoño, esta localidad segoviana se ubica al nordeste de la provincia, a caballo entre la cordillera y la llanura, y su vida aún transcurre dentro de sus murallas, construidas, según algunos autores, hacia el siglo X.

Con cuatro puertas y castillo, el recinto todavía luce buena parte de los lienzos y mantuvo una gran relevancia: se cree que tuvo cerca de una decena de parroquias e incluso constituyó arrabales. En la actualidad se puede acceder por el arco principal, que conserva buena parte de sus elementos, como los cerrojos, y hasta principios del siglo pasado mantenía su foso y el puente.
La plaza y la Iglesia de San Miguel, el mirador, la plaza y la iglesia de Santa María y el torreón del castillo son de obligada visita en Maderuelo.
4. Madrigal de las Altas Torres (Ávila)


Declarado monumento histórico-artístico en 1931, el recinto amurallado de Madrigal, ubicado al norte de la provincia, aún abraza el núcleo, el corazón de la localidad. Exponente de la arquitectura militar medieval y del sistema constructivo mudéjar, la muralla conserva cuatro puertas que, curiosamente, tomaron como nombre los de las cuatro localidades a las que se dirigían los caminos que de ellas nacían.
La muralla ya existía en 1302 y custodia, entre otros muchos tesoros, las iglesias de Santa María del Castillo y San Nicolás de Bari, la sinagoga o el arco de piedra. En sus calles se localiza también el Real Hospital de la Purísima Concepción, que alberga el Museo Mexicano de Vasco de Quiroga, dedicado a quien fuera primer obispo de Michoacán, oriundo de la localidad, como también lo fue la reina Isabel I de Castilla.
5. Alcañices (Zamora)

Esta encantadora localidad se ubica al noroeste de Zamora, muy cerca de Portugal, de modo que su origen está ligado a la vigilancia de la línea fronteriza. Las primeras noticias de la muralla datan de finales del siglo XII y mencionan a los templarios, a quienes pertenecía la villa y que la convirtieron en la plaza fuerte que aún puede vislumbrarse. Allí, de hecho, se firmó en 1297 el Tratado de Alcañices que establecía la frontera entre Castilla y tierras lusas.
Declarado Conjunto Histórico, el recinto alberga la famosa torre del Reloj, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción o el convento y la iglesia de los franciscanos, además de sus fuentes y sus lavaderos.

Por Arancha Jiménez