
La capital pucelana puede presumir de este tipo de establecimientos, símbolos de la actividad cultural de la ciudad
Son supervivientes de un tiempo más pausado. Su influencia, sobre todo en el ámbito cultural, fue tan relevante que no se entendería el intercambio de ideas artísticas y literarias de los siglos XIX y XX sin el escenario de un viejo café.
Vayas donde vayas, cualquier ciudad presume de tener un viejo café de referencia, quizás dos, tres. En Madrid, el Café Gijón, el Comercial, el Central; en Barcelona, el Café L’Opera, en Bilbao, el Iruña; en Salamanca, el Novelty … y así hasta el infinito.
Sus paredes son centenarias y guardan tesoros, historias de amores y escarceos, de conversaciones eruditas, de citas sociales, de imágenes en blanco y negro. Son instituciones culturales, símbolos de la ciudad y han conseguido, no sin dificultades y renovaciones, mantener sus puertas abiertas. El tiempo parece haberse suspendido al traspasar sus puertas.
Viejos cafés de Valladolid que siguen abiertos hoy
Y Valladolid no iba a ser la excepción. El Círculo de Recreo, el Café del Norte, el Lion D’or, el Minuto.. y de tiempos no tan pretéritos el Cafetín o el Berlín, son esos cafés que han marcado el devenir de generaciones y que, a pesar del paso del tiempo, continúan desprendiendo el aroma de antaño.
Son emblemas de una época pasada, pero también presente. En Viajar y Mucho Más (VYMM) damos un paseo por esos cafés de Valladolid que no debes perderte, aunque la oferta de cafeterías con historia es mucho más amplia en la ciudad.
¿Nos acompañas en el recorrido?

Café El Norte: Un Pedacito de Historia desde 1861
El café del Norte es el decano de Valladolid, y uno de los más antiguos de España. Desde la misma Plaza Mayor ve pasar a diario la historia de la ciudad. Abierto en 1861 por la familia Gómez-Sigler, llegada desde Cantabria (de ahí su nombre), cumple justo 160 años.
El Norte de finales del siglo XIX y principios del XX era mucho más amplio que el actual. Llegaba hasta la calle Santiago. Tenía espacio para tertulias, para degustar un helado, para escuchar un concierto e incluso para albergar figuras de tamaño natural en honor de la diosa Ceres, Baco o Mercurio.
Personajes del mundo de la política, del comercio, de la industria, del deporte (llegó a ser sede del Real Valladolid) y de las letras, como Francisco Umbral, han dejado su alma en este espacio que, por tiempos, estuvo repleto de infinidad de cuadros, fotografías, billetes e incontables objetos colgados en la pared.
En 2011, cuando el establecimiento cumplía 150 años, sus actuales propietarios (Fernando, Francisco y Carlos Castro Sinde) pusieron al Norte en el ‘siglo XXI’ con una importante remodelación en todos sus espacios.
Abre todos los días de la semana y dispone, además de una amplia terraza en la plaza, frente a frente con el Ayuntamiento, cafetería, restaurante y un club, el Cientocincuenta Members Lounge, donde degustar una extensa carta de gin tonics, bebidas premium, cavas y champagne.


El Círculo de Recreo: Elegancia y Tradición desde 1902
En la vecina calle Duque de la Victoria nos encontramos otro de los establecimientos con más solera en la ciudad. Hablamos del Círculo de Recreo, que nacía en mayo de 1902 en ese edificio con fachada de estilo neoclásico que ocupa hoy, aunque sus orígenes se remontan a 1844 en otra ubicación.
A buen seguro, no todos los vallisoletanos han traspasado sus puertas de este elegante edificio de cuatro plantas. La razón es que durante años a él solo podían acceder los socios. Ese elitismo llevó al ‘pueblo llano’ a mirar de reojo por los ventanales de lo que se conocía como ‘La Pecera’ para ver a los ‘peces’ gordos de la ciudad, reunidos en tertulia.
Pero el paso del tiempo fue dejando la ‘Pecera’ sin ‘peces, sin bailes de máscaras en carnaval, sin reuniones de etiqueta, sin partidas de ajedrez…y ahora se puede entrar a tomar un café a su cafería/coctelería/vermutería o cenar incluso en un salón privado.


El Lion D’or: Un Rincón de Tertulias desde 1915
En la Plaza Mayor se abrió alrededor de 1915 el Lion D’or vallisoletano; un café de tertulias como los de la época, a los que se incorporaba, además de la taza de café, una cerveza o incluso una ración de mariscos.
Técnicamente el local lleva abierto por tanto 106 años, si bien prácticamente la mitad de su vida (53 años) se llamó Ideal Bouquet o Ideal Nacional.
Con uno u otro nombre, o con uno u otro propietario, lo cierto es que eran asiduos al local el director de El Norte de Castilla Francisco de Cossío o un jovencísimo Miguel Delibes, antes de ganar el Premio Nadal. Y también era habitual ver al escritor José Jiménez Lozano en su rincón preferido, al fondo del local.
No fue hasta 1988 cuando reabre con el primitivo rótulo de Lion D’or.
Su amplísima terraza constituía, como lo es hoy en día, un fuerte reclamo. Sin embargo, es el aspecto retro y elegante del interior el que entra por los ojos. Sus propietarios han conservado ese toque de distinción de antaño, con sus columnas, su mobiliario blanco, su suelo de damero, un piano, un gran reloj y hasta alguna que otra figura.


El Minuto: Tradición y Encanto desde los Años 30
Desde los años 30 lleva el café El Minuto en la calle Macías Picavea, después de recorrer otras dos ubicaciones con anterioridad. El original se situó en la Plaza de Portugalete y años más tarde pasaría a un local más pequeño en la plaza de la Libertad, con el nombre del ‘Cafetín del Minuto’
El actual es uno de esos míticos cafés de Valladolid a los que ir a cualquier hora del día para un encuentro, una tertulia alrededor de sus mesas de mármol, leer el periódico mientras entran los rayos de sol por los ventanales, o tomar una caña o una copa. Su horario de apertura es más que amplio.
Lugar muy tranquilo y agradable, con buena música y mejor servicio, capitaneado por Charly.
Cafés más modernos en Valladolid, pero con esencia a ‘viejo’
No tan longevos como los anteriores, pero sí con la esencia y el ‘alma’ de los viejos cafés tenemos al Largo Adiós, o más conocido como el Cafetín, y el Berlín, ambos en las inmediaciones de la Catedral. La lista aquí podría ampliarse también al Farolito o al Piggiama.
El Cafetín o Largo Adiós
Hace 43 años que abrió el Largo Adiós en la calle Arribas. Corría el año 1978 cuando decidieron asociarse personajes como Gustavo Martín Garzo, Javier Semprún, Jos Martínez o Fernando Urdiales para tener un punto de encuentro y de libertad. Hacía nada que había comenzado la democracia.
El nombre del café lo eligieron en homenaje al libro del escritor de novela negra Raymond Chandler. Y parecía un presagio, porque el 6 de enero de 1981 el Cafetín vivió su particular episodio negro cuando tres jóvenes de ultraderecha protagonizaron un atentado sangriento.
Pero aquello es el pasado. De aquella época sí se conserva una colección de fotografías en blanco y negro de ilustres como Ramón Gómez de la Serla, Franz Kafka, Antonio Machado, Antonio Machín…, una pared de azulejos, el característico suelo en forma de damero, las mesas de mármol, hasta una caja registradoras del ayer y una sinuosa bajada hasta el servicio. Y fuera, una gran terraza.
El Berlín
A muy pocos metros de distancia, el café Berlín abría en 1987 en la calle Cardenal Cos, esquina con Arribas. Lo hizo en un principio como una degustación de cafés.
Con el paso del tiempo se transformó en un café de los de verdad, con actuaciones en directo, exposiciones temporales y siempre abiertos a una buena tertulia alrededor de una caña, una copa o un café Bombón.
La remodelación de las inmediaciones de la Catedral permite al Berlín ofertar una amplia terraza como complemento a su agradable e interesante interior con sonido a jazz.
Cafés con despedida: Recordando los Tesoros Perdidos
Lástima que el ‘forastero’ ya no pueda comprobar por qué el Penicilino (1872), el Café España (1918) o el Molinero (1935) han sido tan importantes en el relato de múltiples generaciones en Valladolid. Sus barras dejaron de dispensar café hace no mucho tiempo, por causas de lo más diversas, dejando ‘huérfanos’ a sus ‘parroquianos’ y borrando de la ciudad un pedacito de historia con aromas centenarios.
Para el recuerdo quedarán los 150 años de historia que marcaron el paso de Valladolid en las mesas del Penicilino. Cuántos penicilinos y zapatillas -vino dulce y mantecados de Portillo- se habrán servido junto a esas vitrinas verdes repletas de botellas que decoraban el mostrador. El Penicilino no sólo marcó la vida social de Valladolid hasta 2020, también fue escenario de cine en la primera película de José Sacristán, ‘Soldados de plomo’.
O cuántos conciertos se ha perdido la ciudad desde que el Café España, en los soportales de la Plaza de Fuente Dorada, emitiera su última nota en 2009. Fue un café referente de la música en vivo y de cercanía en los últimos años. Por él pasaron grandes artistas internacionales del Jazz, cantautores, blues, gospel. Flamenco, músicas del mundo y todo aquello relacionado con el mundo de la cultura, tertulias y presentaciones de libros.
Como adiós dijo en 2016 el tradicional café de tertulia reposada y punto de encuentro de clientes de toda la vida, el Molinero, en la calle María de Molina.
Para los más nostálgicos de los nostálgicos
Y para los más nostálgicos de los nostálgicos, qué decir de la cafetería del desaparecido Hostal Florido, un bonito edificio que se ubicaba entre las calles María de Molina y Doctrinos, donde hoy hay un gran bloque de viviendas y oficinas. A su terraza acristalada, al mejor estilo parisino, se la conocía como la ‘Pajarera’ allá por mediados del siglo pasado. Seguro que profesores, médicos, abogados e industriales, y más de un viajante, se acuerda aún.
O el Royalty, en el cruce de la calle Santiago con Claudio Moyano. Tuvo a principios del siglo XX una de las terrazas más impresionantes, con más de cien mesas, y orquesta y baile en la vía pública.
Aunque el primer café del que se tiene constancia en Valladolid estuvo situado, según el libro ‘Viejos cafés de Valladolid (1809-1956), escrito por José Miguel Ortega, en la antigua Acera de San Francisco, en la Plaza Mayor. Era frecuentados por las tropas napoleónicas que invadían la ciudad durante la Guerra de la Independencia.

Por Mar Peláez
Fotografías: Jonathan Tajes.
viajarymuchomas.com