León revive su tradición de Las Cabezadas, que simboliza la buena sintonía entre autoridad civil y eclesiástica

El abad de San Isidoro y el alcalde de León, en la ceremonia de Las Cabezadas, una tradición del siglo XII

La ceremonia tiene su origen en el siglo XII, bajo el reinando de Fernando II de León, cuando se produjo un gran milagro: el fin de una pertinaz sequía que hacía agonizar los campos

Unos coloridos calcetines para el abad de San Isidoro cómo símbolo también del acuerdo entre las partes

Como cada último domingo del mes de abril, el Cabildo de la Real Colegiata de San Isidoro y el Ayuntamiento de León han cumplido con la tradicional ceremonia de Las Cabezadas. Así, la entrega de un cirio de arroba bien cumplida y dos hachones por parte del Consistorio a la entidad religiosa y el empate en el enfrentamiento dialéctico anual que mantienen ambas instituciones sobre si la ofrenda es obligada, como sostiene la autoridad eclesiástica, o voluntaria, como defiende la civil, han vuelto a revivir una tradición que data del siglo XII.

León revive la ceremonia de Las Cabezadas, tradición que data del siglo XII.


Este año, el síndico municipal Vicente Canuria se ha enfrentado verbalmente al canónico Manuel García, aludiendo a argumentos legales que su oponente rechazó, haciendo uso de símiles que aludían a algunas aficiones del edil, como la pesca y el ciclismo. El concejal ha introducido la Inteligencia Artificial (IA) en el debate para apoyar sus argumentos e insistió en la incapacidad de su contrincante para poder probar la obligación del acto surgido a partir de una sequía registrada hace once siglos, por la que se sacaron en procesión los restos de san Isidoro. También propuso rebautizar la celebración como “la fiesta de los cabezotas que no terminan de entender que se acude de forma libre y voluntaria”.
“La costumbre forma parte de la ley y ustedes vienen a cumplir ese foro, esa obligación”, ha recalcado el canónigo, quien ha mostrado su alivio al comprobar, ya al final de las intervenciones, que al menos este año no se cumple un temor que manifestó, no exento de ironía. “Parece ser que nos libramos este año de que nos propongan una ceremonia sostenible, transversal y vegana”, ha señalado.
Antes, ha recibido el obsequio presentado por el edil como propuesta para modernizar la estética del abad, presente en el acto: unos calcetines rosa con llamativos dibujos, similares a los coloridos que suele utilizar el alcalde de la ciudad, José Antonio Diez (también presente al frente de la corporación) con los que Canuria ha propuesto simbolizar un acuerdo que muestre la renovada colaboración Cabildo-Consistorio. “Somos eslabones de una larga cadena. Los mantenedores de esta tradición, con la obligación de unirnos a las siguientes generaciones para que esto perviva”, ha remarcado Manuel García.
Cerrado el turno de intervenciones, se procedió a la entrega de los cirios y a las protocolarios saludos antes de la misa que precedió a las inclinaciones de cabeza que los munícipes protagonizan cada año como despedida de un acto que contó con la asistencia de numeroso público y de una nutrida representación institucional, informa Ical.

Cirio entregado por el alcalde de León al abad de San Isidoro. Fotografías: Ical.

Una tradición que data del año 1158

Hay que remontarse a mediados del siglo XII para conocer el origen de esta ceremonia. Corría el año 1158, bajo el reinando de Fernando II de León, cuando se produjo un gran milagro. La pertinaz sequía hacía agonizar los campos de León, y el pueblo solicitó al santo una rogativa. Sacando sus restos en procesión, a la altura de Trobajo del Camino se produjo el milagro, y comenzó a llover copiosamente sobre los campos de León y su alfoz.

Desde entonces, el concejo de la ciudad de León acordó que cada año acudiría a la basílica para agradecer a San Isidoro su obra. Desde el edificio consistorial, los representantes municipales caminan hasta el claustro románico y, de forma voluntaria, ofrecen a la basílica un cirio de una arroba y dos hachas de cera. En el claustro espera el representante del Cabildo, que acepta el obsequio del síndico municipal no sin antes dejar patente que este no es voluntario, sino obligatorio.

De ahí el otro nombre que define esta celebración, el ‘Foro u Oferta‘, ya que, cuando el síndico municipal se presenta con la ofrenda, inicia con el Cabildo una discusión dialéctica sobre si se trata de una oferta o una obligación. Cada una de las partes cuenta con tres intervenciones, en la que hacen gala de su dialéctica y defienden cada postura: el síndico municipal asegura que se trata de una ofrenda y el del cabildo, de una obligación o foro.

Levantada el acta concluye el acto, que siempre termina en empate, emplazando a las dos partes a volver a encontrarse el siguiente año, el mismo último domingo más cercano a la festividad de San Isidoro que se celebra el 26 de abril, en el mismo lugar. 

Cabildo y corporación salen del claustro a la plaza de San Isidoro, donde se pintan tres rayas blancas que señalan los puntos donde los representares municipales deben pararse y despedirse con una reverencia del Cabildo. El ritual, que inicia el alcalde dando un fuerte golpe con su vara en el suelo para alentar a la corporación a inclinarse, se repite en tres ocasiones, dando así origen al nombre de ‘las cabezadas’.

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