
En el condado de Cork se emplaza un pintoresco paraje al que se dirigían los católicos para celebrar misas de forma clandestina
A menos de una hora de la capital del condado de Cork (Iralanda) se encuentra un pintoresco espacio que a finales del siglo XVII y principios del XVIII se convirtió en un un ‘furtivo’ centro religioso en el que los católicos encontraron un remanso de fe, cuando la religión católica en la isla se vio amenazada con la instauración de las leyes penales, que obligaban los irlandeses a respetar las creencias religiosas impuestas desde Londres.
Como testigo de la historia se encuentra, en una pequeña península, un oratorio en el que aún a día de hoy decenas de parejas escogen para pasar por el altar. Fue el clérigo Denis O’Mahony el responsable de dicha construcción y de que los católicos irlandeses pudieran rendir tributo a sus creencias sin temor. Al lado, impertérrito, un cementerio con unas pocas tumbas, se ha convertido en la morada final de férreos y perseguidos creyentes católicos.

Este oratorio es el destino final de uno de los cinco Senderos de Peregrinos de la isla Esmeralda. El camino, de apenas 35 kilómetros de longitud, comienza en la localidad de Drimoleague, también perteneciente al Condado de Cork. Se cree que el primer asentamiento en la zona se le debe a Saint Finbarr, de quien se dice construyó un monasterio en la zona en algún año del siglo VI.

Es este el punto de una agradable ruta por los bosques adyacentes, perfecta para pasar un día en mitad de la naturaleza e incluso para acampar, pues a lo largo de sus 10 kilómetros de senderos, son más de uno los espacios en los que se puede practicar dicho deporte.
Este parque forestal se comenzó a forestar en 1938, y a fecha de hoy se pueden observar en el camino una veintena de especies arbóreas, principalmente el abeto de Sitka, el pino silvestre o el alerce japonés.

Por Javier Martín-Calero