El peregrino Carlos Álvarez de Toledo y Satrústegui, realizando el Camino de Santiago en los pasillos de un centro hospitalario

Carlos Álvarez de Toledo completó el Camino Francés y sus casi 800 kilómetros en un espacio de 14 metros mientras aguardaba un trasplante de médula

Durante sus ingresos hospitalarios ha escrito un diario con lo que él denomina «los partes de guerra» y, tras ser intervenido, comparte su diario de caminante con VYMM

El Camino de Santiago es toda una experiencia para quien lo realiza. ¿Conocéis a alguien que lo haya recorrido y haya sentido frustración? Nosotros a nadie, y mira que hemos hablado con peregrinos y hospitaleros a lo largo y ancho de la geografía nacional. Está claro que el Camino no deja indiferente a nadie y supone un antes y después para quien ha sentido en la piel y en su interior la aventura de caminar o rodar sobre dos ruedas (entre otras formas de hacerlo). ¿Qué tiene esta ruta milenaria para que así sea? Son muchas las vivencias, las anécdotas, que aporta esta senda que no sólo aúna territorios y pueblos, sino que -y lo más importante- nos permite reencontrarnos con nosotros mismos y hacer de la conversación, el diálogo y el conocimiento de otras personas un valor incalculable. Un Camino no exento de esfuerzo en muchos de sus tramos, que une a los diferentes y dibuja una enorme sonrisa en el interior de quien lo concluye, frente a la Catedral de Santiago de Compostela.

La ruta ha batido récords este año. Cerca de 300.000 personas han recibido su compostelana en lo que va de 2022. Es la mejor cifra de peregrinos en año Xacobeo y supera los 272.000 contabilizados en 2010. Pero de entre todos los certificados que se han expedido este año, hay uno muy excepcional, que rompe todos los moldes y se sale de lo habitual. Lo hecho por el peregrino Carlos Álvarez de Toledo y Satrústegui representa a todas luces lo que evoca el Camino en las personas. Este madrileño recibió la compostelana por recorrer el Camino Francés en los pasillos de un hospital donde aguardaba a ser intervenido de un trasplante de médula. Acaba de salir del hospital y ha querido compartir su diario a pie de hospital con Viajar y Mucho Más (VYMM) y el relato impresionante de su hazaña contra una grave enfermedad.

El Camino de Santiago ejerce ese poder omnímodo, invisible y a la vez tan real que permite asegurar sin equívoco alguno que es la ruta de la vida y el alma.

A partir de aquí comienza el relato, en primera persona, de una experiencia inspiradora y a caballo entre los efectos de la quimioterapia, las náuseas, los dolores de cabeza continuos y la esperanza que genera el Camino de Santiago entre las personas.

Diario de un caminante en el hospital Quiron

Es agosto de 2022. Ingreso por tercera vez en el Hospital Universitario de Quiron Salud. Como en la anterior vez, me van a dar otro ciclo de quimioterapia de consolidación. Tengo una leucemia mieloide aguda. Y en esta ocasión me he propuesto hacer el Camino Primitivo. Entre los dos ingresos anteriores he conseguido completar los 780 kilómetros, cifra equivalente a la distancia del Camino Francés, andando por el pasillo de la zona de los inmunodeprimidos y cuya longitud es de tan solo 14 metros.

Ahora he decidido hacer desde el principio una tabla en un Excel con tres filas. En una de ellas tengo las distintas etapas con los kilómetros que contiene cada una; en otra, los días del mes de agosto, ya que mi estancia va a ser de entre 28 y 30 días; y, por último, una con los kilómetros que inicialmente tengo que hacer cada día para conseguir mi objetivo. Esta fila la actualizo según van transcurriendo los días con los kilómetros que he conseguido andar ese día. En mi reto anterior, esta tabla la hice cuando me quedaban 8 días para alcanzar el objetivo de llegar a Santiago de Compostela. Hasta ese momento, mi mujer, Astrid, iba realizando los cálculos, en función de lo que llevaba andado y así me decía en qué etapa me encontraba exactamente.

Carlos Álvarez de Toledo, en plena etapa del Camino en el pasillo del centro hospitalario.

La verdad es que nos liamos de tanto sumar días, ya que llevaba en ese momento un total de 65 días de hospital entre los dos ingresos. Creíamos que me faltaban por andar más 190 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela. Ante esa situación, que me exigía caminar más de 15 kilómetros diarios, decidí hacer la tabla en Excel, comparando los kilómetros andados cada día con los kilómetros de cada etapa. Sinceramente, me llevé una alegría al ver que era algo menos lo que me quedaba por hacer y que iba a resultar factible. Eso sí, ese fin de semana, o sea, del viernes al domingo, anduve 70 kilómetros, gracias a una enfermera que de manera literal me picaba para que hiciera más kilómetros que el día anterior.

Mis motivos para hacer el reto

Pero voy a explicar los motivos que me llevaron a hacer este reto en el centro hospitalario. En primer lugar, he de decir que soy un amante del Camino de Santiago. Empecé a realizarlo en 2015 con mi amigo Pablo y, aunque no lo hicimos de una sola vez, decidimos aprovechar entre 4 y 6 días cada mes hasta conseguirlo completar en menos de un año. Finalizamos el último tramo de Sarria a Santiago con nuestras familias en el mes de agosto de aquel año. Después hemos seguido haciendo otras rutas.

«DESCUBRIERON QUE TENÍA UNA ANEMIA DE CABALLO Y QUE ESTABAN BAJOS TODOS LOS INDICADORES DE SANGRE. A LA SEMANA ME DIAGNOSTICARON LEUCEMIA»

Soy una persona deportista. Me encanta montar en bicicleta de montaña y en el último trimestre de 2021 note que tenía menos capacidad coronaria. Por lo que en febrero de ese año me hice una revisión cardiológica. Como resultado de esa aconsejable práctica, me pusieron un stent en una de las vías coronarias, tras suspender, como digo yo, la prueba de esfuerzo. Por recomendación de un amigo cardiólogo, al mes de la intervención empecé con un programa de rehabilitación. Lo primero que me dijeron es que debía andar todos los días una hora al menos, y que no podía ser a ratos, había que hacerlo de continuo. Durante esa semana estuve andando una hora, me levantaba pronto y me iba al parque del Retiro, en Madrid. El protocolo del citado programa incluye una nueva prueba de esfuerzo a la semana de haber comenzado. Y, por desgracia, volví a suspender. Me practicaron un nuevo cateterismo y me colocaron otro stent. Después de la intervención, en la correspondiente analítica, descubrieron que tenía una anemia de caballo y que estaban bajos todos los indicadores de la sangre. A la semana me diagnosticaron leucemia y me ingresaron.

Andando una hora diaria por el hospital

A los siete días de estar ingresado en el hospital decidí que debía andar al menos una hora diaria, tal y como aconsejaba la rehabilitación cardiológica. Así, poco a poco, fui aumentando el tiempo que dedicaba a andar, porque intentaba hacerlo después de comer y de cenar para bajar la comida.

Andaba con zapatillas de andar por casa y un día le dije a Astrid que me trajera las zapatillas de deporte. No daba crédito, pero tenía un motivo: mis caminatas me estaban cargando los gemelos por no usar un calzado adecuado. Era todo un poema verme por el pasillo, en pijama con mi bata, zapatillas de deporte y tirando de mi amigo ET. Es verdad, no os he hablado de ET, es la bomba que utilizan para ponerte el suero, las transfusiones y la medicación. Yo le llamo ET porque tiene un aire a la cabeza de ET. Y, vamos, es mi amigo inseparable con el que voy a todas partes. El día que me quitaron el suero y me desenganche de ET fue toda una liberación. Aunque excepto en este tercer ingreso en que estoy muy bien y ya no tengo a mi amigo ET siguiéndome por todas partes, el resto de los ingresos he convivido con él la mayor parte del tiempo. Crucemos los dedos, para que no se me complique mi estancia y vuelva a estar conviviendo con ET todo el día.

Estos retos que he cumplido y con los que continúo se deben a que tengo la suerte de que la quimio no me sienta mal, a excepción de los problemas colaterales que pueden surgir como fiebre, diarreas o alguna infección. En los dos ingresos anteriores tuve todos ellos, el más fuerte fue la infección por una bacteria en mi segundo ingreso y que, lamentablemente, me dejó sin apenas fuerzas para andar. Estuve una semana yendo de la cama a la butaca. Cuando ya no tuve fiebre intenté retomar mi rutina, pero no tenía fuerzas. El primer día conseguí andar una hora a dos kilómetros por hora. Gracias a Dios, a los dos días volvía a tener fuerza para andar de 12 a 15 kilómetros diarios.

Tengo que dar las gracias a los sacerdotes que me visitaban durante la semana y venían a darme la comunión. Uno de los fines de semana que estaba de bajón, porque no me encontraba bien, tuve la visita del padre Clemente, sacerdote de origen guineano. Confieso que tras la charla me ayudó a superar mi desesperanza, a tener paciencia y aceptar la cruz que cada uno tiene que soportar y saber llevar a cuestas con buena cara. Tengo que dar gracias a Dios, ya que me encuentro bien y no estoy postrado en la cama machacado por los efectos de la quimio.

«EL PADRE CLEMENTE, DE ORIGEN GUINEANO, ME HA AYUDADO A SUPERAR MI DESESPERANZA, A TENER PACIENCIA Y ACEPTAR LA CRUZ QUE CADA UNO TIENE QUE SOPORTAR»

Durante este último ingreso en el hospital estoy teniendo suerte. Ya llevo 12 días ingresado y no he tenido ningún efecto secundario, salvo un pequeño malestar de estómago debido a las náuseas. Sin embargo, está siendo más duro de lo que pensaba. No es fácil permanecer en el hospital mientras todos mis amigos y familiares están de vacaciones, disfrutando de la playa o la montaña, mirando los atardeceres frente al mar, viendo como rompen las olas, o disfrutar haciendo senderismo por los bosques, mirando las cumbres de las montañas.  

El Camino Francés y ahora toca hacer el Camino Primitivo

Esta vez he decido hacer el Camino Primitivo, porque es el que deseo realizar en cuanto tenga una oportunidad. Ya he completado los primeros 160 kilómetros y he alcanzado Fonsagrada. Miro fotografías de los pueblos a los que voy llegando y con cada fotografía que veo, más ganas tengo de hacer el Camino. He de reconocer que me encanta toda la cornisa cantábrica, con sus montañas y sus valles.

Volviendo a mi primer Camino, transcurridos más de dos tercios de mi estancia, fue cuando Astrid me dijo: “Con lo que llevas andando has llegado a Burgos desde Roncesvalles”. Fue en ese momento cuando me di cuenta de todo lo que llevaba caminado. A partir de ese día, tenía un objetivo: hacer los 780 kilómetros que separan Saint Jean Pied de Port (en Francia) de Santiago de Compostela. Al final de mi primera estancia en el hospital, había conseguido llegar a León.

Reconozco que mi primera estancia en el hospital se me hizo muy larga. También es cierto que fue la más dilatada: fueron en total 45 días. El proceso es lento. Después de la quimio la médula se queda planchada durante tres semanas. Esas semanas son eternas y empiezas a dudar si de verdad va a arrancar la médula cuando se cumplan las tres semanas o quizá cuatro. El día que se pone en marcha tienes una enorme alegría, aunque te encuentres fatal, con frío y un malestar igual que cuando sufres un gripazo. En ese momento, ya sabes que la salida está cerca y, por ello, incluso bailaba de alegría en mis paseos por el pasillo, ya que siempre escucho música para hacer más amenas mis caminatas.

Carlos Álvarez de Toledo tuvo ocasión de visitar el albergue de San Antón, en Castrojeriz (Burgos) entre ingreso e ingreso hospitalario. En la imagen, junto a Ovidio Campo, el impulsor de este carismático albergue del Camino Francés.

Mi segunda estancia, entraba mucho más fuerte que la vez anterior. Aprovecharon para ponerme tres vacunas y, la verdad, es que me pase un fin de semana con unas décimas de fiebre por la tarde. El problema vino cuando el domingo por la noche ya tuve fiebre. En mi caso, tener fiebre siempre ha sido cuando llego a 37 grados, aunque, en términos hospitalarios, es a partir de 37,8 – 38 grados. Daba 37,8, y fue cuando descubrieron que tenía una bacteria, después de hacer unos cultivos. Esa semana estuve bastante cansado. Además, se detectó que la bacteria estaba alojada en el catéter y lo peor es que ya que no podían utilizarlo, así que al final tuvieron que quitármelo. A partir de ese momento me cogieron una vía, y toda la medicación, así como las transfusiones, eran a través de la vía. Me la tuvieron que cambiar cinco veces de brazo, por la aparición de pequeñas flebitis, que suelen salir a causa del antibiótico que me ponían cada cuatro horas y las transfusiones de sangre.

Cuando ya me recuperé, volví hacer mis caminatas diarias. Tengo mi rutina, sobre las 7 horas, que es cuando entran para hacerme las analíticas, aprovecho para levantarme y empiezo a andar hasta el momento del desayuno. Es cuando intento hacer caminatas más largas y suelo andar más rápido. Mi segunda caminata la hago después de comer y suele ser de unos 4 kilómetros. Y la tercera suelo empezar antes de cenar y seguir después de cenar otra media hora.

La verdad es que andar por el mismo pasillo todos los días durante 4 horas diarias, aunque sea plano y no pases calor, llega a ser tedioso, por eso intento poner música animada. Se hace más llevadero cuando me llaman por teléfono, la conversación te mantiene entretenido y al final estás entre 10 y 20 minutos de la hora que dedico a andar. Caminar me mantiene activo y,  cuando el aburrimiento del hospital se me echa encima, salgo al pasillo andar para evitar caer en el abatimiento y la depresión.

«ANDAR POR EL MISMO PASILLO TODOS LOS DÍAS DURANTE CUATRO HORAS DIARIAS, AUNQUE SEA PLANO Y NO PASES CALOR, LLEGA A SER TEDIOSO»

Cuando salí a principios de julio del hospital quedé con Pablo y Judit, su mujer, para tomar algo en una terraza. Al llegar, Judit me dio un sobre, lo abrí, contenía la compostelana. No daba crédito, mis amigos habían hablado con un sacerdote pariente suyo de Santiago y le habían contado mi reto. El caso es que sin haber llegado físicamente habían conseguido que me la concedieran. La ilusión fue enorme. Me puse en contacto con el sacerdote para agradecérselo, y quede con él en que, si podía y la enfermedad me lo permitía, iría a Santiago a ganar con méritos el Jubileo. Gracias a la Covid retrasaron mi entrada en el hospital y, aprovechando que es año Santo, he estado en Santiago para ganar el Jubileo.

Mi última prueba: El trasplante

Hoy es 12 de noviembre del 22. Ya llevo 3 semanas fuera del hospital y los resultados de los análisis son muy buenos. Sigo de vez en cuando con dolores de cabeza, pero no son como los del hospital y me permiten hacer una vida bastante normal, aunque tengo una sensación extraña constante.

La verdad es que ingresé en septiembre con bastante pereza, porque los médicos de la Princesa me lo pusieron muy negro en mi primera cita en el mes de julio. Y La verdad es que así ha sido.

El domingo 11 de septiembre ingresé, aunque salí al día siguiente porque necesitaban que estuviese 4 días sin tomar ‘adiro’, medicación necesaria por los stent que llevo. Ese día empecé con mis partes de guerra, durante los anteriores ingresos para tratar la leucemia mandaba mis partes a mi familia.

«MIS HIJOS ME REGALARON POR MI CUMPLEAÑOS UN LIBRO RECOPILANDO TODOS LOS PARTES DE GUERRA: NUESTRA PROPIA GUERRA. UN CAMINO DE PACIENCIA, FUERZA Y FE»

Mis hijos me regalaron por mi cumpleaños un libro recopilando todos los partes con una dedicatoria preciosa: Nuestra propia guerra. Un camino de paciencia, fuerza y fe. “Este es un libro que recopila fragmentos de una historia. Una historia de guerras internas y batallas constantes, de paciencia y esperanza, de fuerza y de fe”.

“Esta es tu historia y tu guerra, una guerra en la que dejaste claro a todos los que rodean que a Carlos Álvarez de Toledo no lo va a derrocar nada ni nadie. Es uno de los momentos más complicados de tu vida, conseguiste ver el lado positivo, convertir analíticas y lenguajes incomprensibles en una historia de batallas y bandos y amenizar así, una enfermedad como es la leucemia. De ahí que hayamos decidido reunir cada uno de tus partes de guerra y hacer este pequeño libro, que nos recuerda que hay muchas formas de afrontar este tipo de situaciones. Y la tuya es, sin lugar a dudas, inspiradora.”

Al principio fui capaz de seguir con mis partes de guerra y darles un toque de humor, pero según fueron pasando los días, cada vez tenía menos ganas de escribir mis partes, con el toque de humor como en el pasado me divertía redactarlos.

Ese día, en mi primer día en La Princesa, me di cuenta de que no podría hacer ningún reto andando ya que el cuarto no tenía más de 5 metros de longitud y no podía salir de la habitación como fue el caso en Hospital Quiron, donde hice el reto del Camino de Santiago. Cuando me enteré de que podía pedir una bicicleta estática en mi siguiente ingreso, el jueves, 15, la solicité. El día siguiente, a las 7.30 por la mañana, hice 35 kilómetros en una hora. Esa mañana a las 11 horas me hicieron la punción lumbar y estuve el resto del día tumbado siguiendo las indicaciones que me dieron.

El sábado me levanté perfecto y volví a montar en bici. Pero la fastidié, me fui a duchar y me entró un mareo que casi me caigo redondo en la ducha. A partir de ese momento empecé a tener dolores de cabeza durante todo el tiempo que permanecí en el hospital y la única manera de no tenerlos era estar tumbado en la cama. Hubo algunos días que mejoré y pude andar 20 minutos en la habitación, pero fueron unos pocos, como siete días durante toda la estancia, que se alargaron cinco semanas.

Mis miedos a todo el proceso del trasplante se confirmaron a los pocos días de empezar con la quimio. Después de la punción lumbar, el domingo empecé durante seis días el ciclo de quimio. Durante este ciclo tuve tres días con efectos secundarios normales, náuseas y vómitos. Estos efectos no los había tenido en ninguno de los anteriores ciclos.

Llagas en medio cuerpo

El día 26 me hicieron el trasplante. La verdad es que lo soporté bastante bien, pero, como me dijeron los médicos, a la semana apareció la mucositis. ¿Qué es la mucositis? Se trata de unas llagas que salen en todo el aparato digestivo, boca, esófago, estómago e intestino. A los 14 días, devolví sangre.  A la media hora me bajaron al quirófano, me hicieron una gastroscopia y me detectaron una fisura de esófago, que me la cerraron sobre la marcha. Ese día había empezado a alimentarme por el catéter, lo llaman ‘La Nutri’, y tiene un olor nauseabundo. En el cambio de bolsa, ‘La Nutri’, que es una vez al día, tenía que ponerme una mascarilla para evitar las náuseas que me producía el olor y pudiese afectar de nuevo a la fisura que estaba cicatrizando.

Con toda sinceridad, ha sido una experiencia dura. Rezar me ha ayudado a superar esta prueba en los momentos de mayor desesperación. Sin embargo, también he tenido momentos maravillosos, aunque estuviese tumbado en la cama. Una mañana entera y parte de la tarde me la pase oyendo música clásica y meditando. Fue mi primera experiencia de meditación y he de decir que nunca había sentido nada igual.

«HE TENIDO MOMENTOS MARAVILLOSOS AUNQUE ESTUVIERA TUMBADO EN LA CAMA»

Después de las cinco semanas sin apenas moverme estaba muy débil. A los tres días de salir, tenía que ir al hospital, a primera hora analítica y aspirado de medula y a las 12,30, cita con el médico. A la ida fuimos en taxi y como habíamos terminado a las 10.30 decidimos volver a casa, pero esta vez andando. Para mí fue toda una proeza, aunque tardé cerca de 20 minutos en vez de los 10 a 12 minutos que exige habitualmente. A las 12 volvimos a hacer el trayecto de ida y vuelta andando.

A partir de ese día empecé a andar una hora por la mañana y otra hora por la tarde. Ahora me encuentro mucho mejor, aunque desde hace cinco días he tenido que dejar de andar por unas ampollas que me han salido en la planta de cada pie. Por lo visto, después del tratamiento de quimio la piel es más fina. Espero que se me curen pronto y volver a caminar todos los días.

Mi reto ahora es tratar de recuperar para diciembre la forma física que tenía antes de este último ingreso y conseguir, para mayo o junio, ‘hacer el Camino Primitivo’.

Me sentí ya un privilegiado cuando hice el reto del Camino Francés, ya que la quimio no me afectó en absoluto. En esta ocasión, los efectos de la quimio y el trasplante me han afectado como a todo hijo de vecino; es más, podría decir que mi estancia ha sido quizá algo más dura por los dolores de cabeza.

«ME SENTÍ UN PRIVILEGIADO CUANDO HICE EL RETO DEL CAMINO FRANCÉS, YA QUE LA QUIMIO NO ME AFECTÓ EN ABSOLUTO»

Quiero agradecer, en primer lugar, a mi mujer, por estar conmigo en uno de los momentos más duros de mi estancia hospitalaria, cuando realmente necesitaba más apoyo moral. En unas circunstancias complicadas, ya que ella no podía salir de la zona de aislamiento de los inmunodeprimidos del hospital durante esos días. En segundo lugar, a mi familia y amigos que me han dado ánimos todos los días y han seguido cada día mis partes de guerra. En tercer lugar, a todo el equipo médico, el equipo de enfermería y ATS por su calidad profesional y humana, cuyo apoyo diario es realmente de agradecer, siempre con una sonrisa cuando entraban en la habitación. Por último, a los sacerdotes que venían todos los días a darme la comunión, entre ellos Vasile, que escribía poesía para animarme. Gracias.

Texto escrito en primera persona por CARLOS ÁLVAREZ DE TOLEDO Y SATRÚSTEGUI

Rafa Monje

Por Rafa Monje

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