En esa dirección avanzaron los conquistadores españoles, prendieron las cruentas guerras por la independencia y triunfó la revolución castrista
Cuba es el país del Caribe insular con más bienes reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Ya ven, no solo es son, playas y ron
Cuba tiene dos puntos cardinales: oriente y occidente. Para el viajero, oriente y occidente son también una declaración de intenciones. El deseo de recorrer su geografía de punta a punta. Perderse y encontrarse a lo largo de 1.300 kilómetros de arenas blancas, sierras sobrenaturales y ciudades con el peso de la Historia. ¿Sabían que Cuba es el país del Caribe insular con más bienes reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad? Ya ven, Cuba no era solo playas de ensueño, son y ron. ¡Arrancamos el carro!
Por JORGE MORETA
Si vuelan de Europa hasta Santiago, La Habana será un imán en el horizonte. Una Ítaca para recordarnos que el trayecto es incluso más importante que la meta. Conviene recordar que es el viaje el que te moldea. No al revés.
En cuanto aterricen en Santiago, la capital de oriente, comprobarán que el clima no es caluroso. Es fosfórico. Quema. Los 880 kilómetros que la separan de La Habana le permiten amanecer veinte minutos antes. En su Catedral bautizaron a Fidel a los ocho años. Su padre, el gallego Ángel Castro, aún pleiteaba con su primera esposa por el divorcio. También en el mismo parque Céspedes se conserva la casa del conquistador Diego Velázquez (no excesivamente querido ni recordado por estas tierras). Su antiguo hogar es el edificio más antiguo de Cuba y el único que ha sobrevivido a cinco siglos de huracanes, terremotos y guerras. A su lado, el Ayuntamiento cierra el parque Céspedes, que en realidad es una plaza. Desde aquí Fidel proclamó la victoria de la revolución. Era el balcón más señorial y más a mano según bajó de la Sierra Maestra, desde donde dirigió su lucha contra Batista. El parque Céspedes merece ser observado desde la quietud de la terraza del Hotel Casa Granda, tan histórico que en él se alojó el novelista Granhan Greene, quien lo recrearía después en ‘Nuestro hombre en la Habana‘. Si no la han leído, rescátenla. Vale la pena.

Desde la terraza del Casa Granda se aplaude la vida y en su remodelada azotea se toca el cielo. Desciendan a la calle y mézclense con sus gentes. En Santiago hay mucho que disfrutar y el cielo siempre puede esperar. Como escribió Mark Twain, “prefiero el cielo por el clima, pero el infierno por la compañía”, y que San Agustín nos ilumine, “Señor, hazme casto, pero no todavía”, porque Santiago es la cuna del ron, del carnaval, de las revoluciones, de la trova y del son. Y en Cuba, música y baile son el cordón umbilical que une a todo el país. Cuando el cubano baila, olvida que nació con columna vertebral.
«Santiago es la cuna del ron, del carnaval, de las revoluciones, de la trova y del son»
Tanto en Santiago como en el resto de Cuba salgan sin agenda, sin rumbo fijo. Déjense sorprender, como hizo el poeta granadino Federico García Lorca por estas calles a su regreso de Nueva York en marzo de 1930. “Brisa y alcohol en las ruedas, iré a Santiago.” Para que la noche no les confunda, nos vemos en la Casa de la Trova. Ésta es la tierra de soneros de leyenda como Eliades Ochoa, que estrenó el Chan Chan en este templo de la música popular. Se lo había entregado, en una vieja casete, Compay Segundo. Soñó con la canción y se despertó a las cinco de la mañana con la melodía en la cabeza. La escribió aún legañoso para no olvidarla. Aquí se escucha buena música en directo y se bebe sin sed, sin hielo y a palo limpio. Los soneros mueren nonagenarios. Quizá aquí se preserve el ansiado Grial.
Despierten sin urgencias y, antes de partir hacia Baracoa, no olviden encomendarse a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba desde 1916 y coronada por Juan Pablo II en su visita a la isla en 1998. Ante su imagen, se arrodillan cada día miles de cubanos. “Virgen de la Caridad. Lo que no sabes tú, no lo sabe nadie.” Los esclavos, obligados a adorar a desconocidas imágenes cristianas, resolvieron con el sincretismo religioso. Se postraban ante vírgenes y santos pero, en realidad, les rezaban a sus dioses africanos.

También recompensa el paseo a San Pedro de la Roca, un coloso de pedernal Patrimonio de la Humanidad y custodio de la bahía. Piedra tallada y roca se funden como si hubieran crecido juntas. Aquí perdió España, el 3 de julio de 1898, su flota y con ella su última frontera. Una derrota que dio nombre a un Desastre, “el del 98”, y a una generación de escritores tan memorables como desencantados. “¡Me Duele España!”
En el cementerio de Santa Ifigenia nos despedimos de los próceres cubanos: Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, y el Apóstol José Martí. Ser héroe nacional es una profesión de riesgo y ambos cayeron en las guerras por la independencia. Desde diciembre de 2016 comparten el sueño eterno con las cenizas de Fidel Castro, con una roca por tumba simbolizando la fortaleza de su legado.

“A Baracoa me voy, aunque no haya carretera, aunque no haya carretera a Baracoa me voy”. El son de Machín no era gratuito. Hasta la construcción del viaducto de la Farola en los años sesenta del siglo XX, sólo era posible alcanzar este edén por mar o aire. Esta población, apartada de todo, fue, paradójicamente, la primera capital de Cuba (recuerden que la conquista se produjo se oriente a occidente). “Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa”, la ciudad primada de la que Hernán Cortés fuera alcalde. Los conquistadores, salvando los ochenta kilómetros del Paso de Los Vientos, llegaron desde La Española (actual Haití). Tras su desembarco, levantaron una Catedral doméstica, edificada por orden del Emperador Carlos V. En su interior hoy se custodia la Cruz de Parra, la única que se conserva de las veintinueve que, supuestamente, diseminó Colón por América para ratificar el dominio cristiano.
«Baracoa fue la primera capital de Cuba, la ciudad primada de la que Hernán Cortés fuera alcalde»
¿Por qué hay que conocer Baracoa? Porque no es posible imaginar tanta belleza natural reunida en un solo lugar. Porque en un mundo de globalización uniformadora conserva la inocencia de lo inmaculado. Una pequeña población sitiada por una selva, una montaña con forma de yunque y con el mar como espejo. Por su recoleto malecón hoy se multiplican las casas de alquiler, pero es todo tan doméstico que en la Casa de la Trova escuchas a los músicos desde sillas plantadas en mitad de la calle. Un lugar perfecto para detenerse y partir renovado. En Baracoa todo fluye con el ritmo de las cosas sencillas. La vida era esto. La felicidad también.

“Es inagotable. ¿Qué es inagotable? Cuba. Imposible entender todo”, pregunta y respuesta reveladora del novelista Pedro Juan Gutiérrez, autor de Trilogía sucia de La Habana. Obligados a seleccionar, acertemos y sigamos en la carretera manejando “suave, suave” nuestro carro rentado. No olviden que compartimos carretera con un “parque móvil” de tracción animal. Vayan con calma. Recuerden, no hay prisas. Disfruten del viaje, paren cuando el alma se lo pida y, a ser posible, no conduzcan de noche porque se multiplican los baches sobre una carretera “en candela” y no encontrarán más luz que la de sus focos y las estrellas.
Fidel fraguó su mito desde la Sierra Maestra. Un nuevo Robin Hood en el bosque de Sherwood. Todo héroe necesita un villano y Batista, sargento corrupto y amotinado daba el perfil. La obsesión de Castro era subir cada vez más alto. ¡Y vaya si lo hizo! La Comandancia de la Plata, su antiguo cuartel, es hoy Monumento Nacional y Parque Histórico. Se llega después de coronar en Jeep el Alto de Naranjo, con una pendiente cenital del 40% por la que hasta las cabras se retuercen (no es “realismo mágico” sino la pura verdad). Tras bajarse del coche, aún queda hora y media de caminata junto a la compañía obligada de un guía.
«Sierra Maestra, al margen de su valor histórico, es la principal cadena montañosa de Cuba, un destino idóneo para el ecoturismo»
Al margen de su valor histórico, Sierra Maestra, la principal cadena montañosa de Cuba, es una fiesta para los sentidos y destino idóneo para el ecoturismo. Pese a la proximidad del mar, sus verdes cumbres se elevan altivas hasta los casi dos mil metros del pico Turquino, techo de la isla. Sólo puedes llegar a su cima tras un trayecto exigente y haciendo noche en el camino. Arriba espera el busto del Apóstol José Martí. A la entrada de Sierra Maestra, es posible contratar guías para la visita, alojarse en casas particulares o en un hotel de pequeñas cabañas, Villa Santo Domingo, con más encanto que mantenimiento pero escuchando las aguas cristalinas del río Yara junto a la cama. Los amaneceres son poderosos y dan paso a “estos días azules y este sol de la infancia” machadianos. El viaje es un reencuentro con nuestras emociones primigenias. En la vida no solo hay que caminar hacia adelante. En ocasiones también es gratificante retroceder hacia emociones olvidadas.
Las revoluciones siempre prendieron en ciudades como Bayamo, a 35 kilómetros de Sierra Maestra y ciudad natal de Carlos Manuel de Céspedes. Tiene su explicación. Las primeras capitales de Cuba fueron las provincias orientales, que aglutinaban comercio y contrabando. Sin embargo, a mediados del XVIII, el centro económico se desplazó para siempre a la parte occidental y el oriente quedó relegado y enfrentado a un gobierno que frustraba sus aspiraciones.

“Sóngoro cosongo, songo bé; sóngoro cosongo de mamey; sóngoro, la negra baila bien; sóngoro de uno sóngoro de tre.” Camagüey, cercana a los paradisiacos cayos de Jardines del Rey, es ciudad Patrimonio de la Humanidad al igual que La Habana Vieja, Trinidad y Cienfuegos. Camagüey, la ciudad de los “tinajones”, signo de su pasado colonial, es también la cuna del poeta nacional Nicolás Guillén, descubridor del son como forma poética. Además de visitar su casa natal, les recomiendo callejear por el casco histórico; paisaje urbano reinventado con acierto gracias las esculturas de Martha Jiménez. Los personajes cotidianos convertidos en obra de arte. Algunas estatuas son tan recientes que los modelos, pese a su longevidad, aún respiran y se mueven por este paisaje urbano que les sobrevivirá.
«Camagüey, la ciudad de los tinajones, es también la cuna del poeta nacional Nicolás Guillén»
En la isla mantienen que un caribeño es un latino multiplicado por cuatro. Cuba, cruce de caminos, es el resultado de una traumática selección natural. De una población de cien mil indios, apenas llegaban a cinco mil un siglo después de la llegada de los europeos. El auge de la industria azucarera disparó después el ruin negocio de la esclavitud. Pero los africanos desembarcaron con su ritmo e hicieron a los cubanos mucho más fuertes.

Los ingenios azucareros dieron nombre al valle de la sierra del Escambray, en el centro de la isla junto a la hermosa Trinidad. Es una ciudad anclada deliberadamente en el tiempo, de calles empedradas, arquitectura colonial y fachadas de colores pastel. La llegada del turismo masivo le resta espontaneidad. Pero Trinidad ha sabido rentabilizar la huella de su pasado y ofrece rincones soberbios y fiesta nocturna garantizada en locales como la “Casa de la Música”, en la Plaza Mayor. Piérdanse en su noche para reencontrarse con la vida y reserven tiempo, a la mañana siguiente, para visitar las antiguas plantaciones. La más llamativa es la torre Iznaga. Ahí comienza el vídeo musical ADN de Alain Pérez, dos veces nominado a los Grammy latinos y, actualmente, uno de los músicos cubanos más brillantes. Alain, el “guajiro Pérez” como le llamaba con cariño Paco de Lucía, nació aquí, en Manaca Iznaga, y fue el bajista que arropó al maestro de Algeciras durante sus últimos diez años. Cuba siempre será una fábrica inagotable de músicos.

«En el teatro Tomás Terry de Cienfuegos cantó Caruso, bailó Antonio Gades y actuó Sarah Berhardt»
“Cienfuegos es la ciudad que más me gusta a mí”, cantaba el Benny Moré, el bárbaro del ritmo. Ni el Benny ni yo ocultamos nuestra debilidad por esta urbe conocida por su belleza como la Perla del Sur. El paso del tiempo no le ha arrebatado la huella de su antiguo esplendor. Se declina por el puerto y la cultura. Su bahía conduce al corazón de la ciudad donde nos abre sus puertas el Teatro Tomás Terry, de planta italiana. Sobre sus tablas cantó Caruso, bailó Antonio Gades y actuó Sarah Berhardt. Dicen que nadie “moría” sobre las tablas como la musa francesa. Desprenderse de la vida voluntariamente tiene mérito en una isla donde todo te impulsa a no frenar.

En nuestro camino hacia occidente, entre Matanzas y La Habana, no se pierdan el puente de Bacunayagua, que, con sus 103 metros, es el más alto de Cuba. Una selva a sus pies y el Atlántico en el horizonte.
“Cuba es La Habana y el resto es paisaje”, aseguran orgullosos los capitalinos. Ser habanero es mucho más que un gentilicio. Denota un sentido privativo de superioridad social y hasta política. La diferencia entre La Habana y el resto de Cuba es cada vez más insalvable. Dos países en una misma isla. También los contrastes en la propia capital. Los cruceros volvieron a su bahía con el Gobierno de Obama fomentando un turismo de “carga y descarga” tan positivo para la economía local como intrusivo. Leyeron en el camarote la frase de Hemingway “mi mojito en La Bodeguita, mi daiquiri en El Floridita” y allá van en desbandada.
«No conozco calle más viviente que la calle habanera, escribió bien Alejo Carpentier, que bautizó a La Habana como sempiterna ciudad de las columnas»
Pero La Habana continua agotando los adjetivos. “Pero La Habana tiene un ritmo, un color; eso es otra cosa. He tratado de hablar del color y del olor de la ciudad porque son elementos que la distinguen,” destaca el escritor Leonardo Padura. Un paseo por su centro histórico es un espectáculo y recuerda los innumerables aciertos en la modélica restauración comandada por el Historiador Eusebio Leal, recientemente fallecido. “No conozco calle más viviente que la calle habanera”, escribió bien Alejo Carpentier, que bautizó a La Habana como sempiterna ciudad de las columnas.

El Gobierno cubano, para garantizar su propia supervivencia, es experto en soltar aire y que la caldera no explote. Mediante la compra-venta de casas, una pequeña apertura para los emprendedores (acá cuentapropistas) y menos controles migratorios han florecido negocios impensables años atrás. La capital, que celebró sus primeros 500 años en noviembre de 2019, está en reinvención y la oferta hotelera se completa con otra variada de casas particulares. La administración Trump cortó buena parte de los avances turísticos, resintiéndose la entrada de divisas y turistas por la reducción de los cruceros y el bloqueo comercial a suministros básicos. Pero el cubano está acostumbrado a resistir, a resolver. Es duro y, como la caña de azúcar, sabe doblegarse sin romperse. En la llegada de Baiden a la Casa Blanca y el final de la Covid se depositan en este 2021 buena parte de las esperanzas con la recuperación del turismo, principal industria del país.
«En la llegada de Baiden a la Casa Blanca y el final de la Covid se depositan buena parte de las esperanzas de recuperación turística para este 2021»
“La inexistencia de La Habana –da la clave el escritor Abilio Estévez- le viene de su luz. La luz, tan rabiosa, descompone colores, contornos y hasta la materia misma de las cosas.” Los atardeceres desde el Castillo del Morro, la terraza del Hotel Ambos Mundos o el Malecón siguen siendo inolvidables. Y, si no están de gira fuera de Cuba, a la misma hora pueden ver en “La zorra y el cuervo” al pianista Roberto Fonseca, que aprendió de músicos de leyenda como Ibrahim Ferrero, o en teatros como el Nacional o Mella a cantantes internacionales como Danay Suárez o Daymé Arocena. Si quieren cenar en un lugar tradicional, tienen el paladar de Santy, junto al barrio de pescadores del río Jaimanitas, pero se multiplica la cocina de autor como la de Otra Manera, donde se rumorea que comió Obama en su vista a la isla, o del Paladar del chef Iván Justo, en La Habana Vieja, donde almorzaron los Reyes de España en su vista de 2019. El menú: ensalada de cangrejo, croqueta líquida y el famoso lechón asado. Si les queda un día libre, visiten la zona tabacalera de Viñales y la asombrosa Sierra de los Órganos con sus imponentes mogotes dominando el paisaje. O lleguen hasta María la Gorda, en el Golfo de México. Antiguo nido de piratas y hoy paraíso de submarinistas.

Ni Cuba cambiará de repente, ni las transformaciones llegarán al ritmo europeo. Pero ojalá que, poco a poco, deje de ser “la isla de los adioses”, con una diáspora que no cesaba, para convertirse en la de los reencuentros. Desde su cultura, arte y talento Cuba siempre ha sabido abrirse para enamorar al mundo… de oriente a occidente.
Jorge Moreta es periodista y escritor: https://www.facebook.com/Jorgemoretaperez