
La ingente superficie arbolada de la Comunidad constituye una rica y variada muestra de especies que la convierten en espacios de excepción para el relax
Ahora que el otoño, por fin, ha hecho acto de presencia y las altas temperaturas del llamado ‘veroño’ las empezamos a ver por el retrovisor, es el momento ideal para planear una escapada para conectar con la naturaleza y, de paso, con nosotros mismos. Sí, así es. Porque caminar entre hayedos o disfrutar de los sonidos y colores de nuestros bosques son una terapia más que recomendable contra el estrés y el ajetreo de las ciudades. Los japones, por ejemplo, son expertos y pioneros en promover esta necesaria conexión entre el hombre y el medio natural. Más de tres décadas llevan apostando por los ‘baños en los bosques’, una práctica vinculada al bienestar y a la naturaleza que persigue mejorar la calidad de vida de las personas. Desde la cultura nipona se considera a los bosques, especialmente los menos transitados, en lugares excepcionales para el relax, la curación y la ansiada búsqueda de paz. ¿El mejor método? poner todos nuestros sentidos al servicio de lo que vemos, oímos, olemos y tocamos.

Y si nos referimos a bosques, qué mejor lugar que Castilla y León, que atesora la mitad de la masa forestal de España, para sentirnos como auténticos japoneses amantes de la vida contemplativa y la purificación que entrañan los bosques. Además, la llegada ‘real’ del otoño es un tiempo más que propicio para esa experiencia, dado que es la estación en la que los árboles adquieren tonalidades amarillas y rojizas que te envuelven en un ambiente reparador y lleno de sosiego.

Por todas esas razones, vete pensando ya en una escapada a la naturaleza, bien en familia, con amigos, en pareja o de manera individual. Estamos convencidos de que el regreso a casa será la mar de tranquilo y notarás los muchos beneficios que el contacto directo con la naturaleza nos reporta. Por si no sabes qué lugar elegir, aquí te proponemos algunos de los espacios arbolados más relajantes de Castilla y León.

1. Acebal de Garagüeta (Soria), donde habita el acebo
Los bosques no responden siempre a esa imagen de lugares preservados de la luz del sol por enormes árboles. Más allá de los altos y estilizados, cuya visión parece no acabar nunca, y de los medianos de frondosa copa, existen otras especies más desconocidas pero dignas de conocer.
Es el caso del Acebal de Garagüeta, ubicado al norte de la provincia de Soria, en el término municipal de Arévalo de la Sierra.
Hay otros bosques de acebo en Soria, pero la Reserva Natural del Acebal de Garagüeta es la joya de la corona con sus 406 hectáreas y un extraordinario valor ecológico. El acebo, esa planta protegida y mundialmente conocida por el gran protagonismo que alcanza en Navidad, adquieren en otoño tonalidades rojas, ocres, amarillas y naranjas, además de verdes, gracias a otras especies que forman parte del espacio. Sin duda, un lugar y un paisaje inmejorables para entrar de nuevo en sintonía con la naturaleza o rememorar leyendas como la que cuenta que hubo un tiempo en el que el Acebal de Garagüeta perteneció al desaparecido pueblo de Mortero, hasta que todos sus habitantes murieron en una boda como consecuencia del agua envenenada por una salamanquesa.
El Acebal de Garagüeta está ubicado en la Sierra de los Montes Claros, en la llamada Serranía Norte de Soria y en medio del Sistema Ibéric. Está declarado monte de utilidad pública y pertenece a las localidades de Torrearévalo y Arévalo de la Sierra.
La forma más fácil de llegar en coche al Acebal de Garagüeta desde Soria capital es por la localidad de Almarza, en la carretera N-111 que une la capital soriana con Logroño a través del Puerto de Piqueras. A la altura de Almarza se toma el desvío hacia Gallinero, Arévalo de la Sierra y Torrearévalo. Entre estas dos últimas localidades se encuentra la pista forestal que conduce hasta el alto, señalada con un cartel que ya indica cómo llegar al Acebal de Garagüeta.

2. Hayedo de Busmayor (León), radiante colorido
La sierra de Los Ancares, ubicada en el noroeste de la provincia de León y colindante con Lugo, es un espacio natural excepcional que, declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco, atesora rincones muy especiales, de gran valor y belleza.
Uno de ellos es el Hayedo de Busmayor, localizado en la población del mismo nombre. Se trata de uno de los bosques de hayas mejor conservados de la Península y, con la llegada del otoño, se convierte en un absoluto deleite para todos los sentidos. A la gama de colores que despliega se suman el sonido del agua de los arroyos que lo recorren. La inmersión, el baño de bosque, es muy recomendable en este espacio natural que ha logrado mantener su esencia a lo largo de los años.
Entre las especies que podemos encontrarnos están el arce blanco, el acebo, el roble, avellano, abedul, haya y helecho, entre otras. También verás otras como el nogal y el alliso.
La ruta por carretera en coche más corta desde Ponferrada a Busmayor, la distancia es de 50 Km. y la duración aproximada del viaje de 50 minutos. Toma la A-6 en dirección a Galicia y a la altura de La Portela de Valcárcel, coge la desviación hacia Busmayor.

3. Bosque de Valsaín (Segovia), pura magia
Quizá sea uno de los espacios forestales más conocidos de la Comunidad y de buena parte de España, tanto por su belleza como por su proximidad con Madrid. El bosque mágico de Valsaín, localizado en el término municipal de San Ildefonso, en la vertiente sur de Segovia, está conformado por enormes pinares de árboles centenarios que, además, pueden conocerse por medio de distintas rutas. La distancia a recorrer es de 14 kilómetros, con una duración de 4,5 a 5 horas y un desnivel de bajada de 234 metros.
Entre todos los rincones de esta gran extensión arbórea, que tiene una superficie de más de 10.000 hectáreas que destilan belleza y paz, destaca un área de pinos de mayor tamaño, ubicada en la zona baja del bosque. En nuestra visita no podemos perdernos parajes como La boca del asno, La cueva del monje o El lago de Peñalara.
Para esta ruta desplázate por la CL-691 hasta la Granja de San Ildefonso.

4. Tejeda de Tosande (Palencia), paraje excepcional
En el palentino Valle de Tosande, muy cerca de Cervera de Pisuerga, nos espera la Tejeda de Tosande. Se trata de un espacio natural poblado de tejos, árbol escaso y algo desconocido, que presentan edades cercanas al milenio y diámetros que en algunos casos alcanzan el metro y medio. En este caso, a la experiencia de inmersión en el baño de bosque se suma el disfrute de un paraje natural único por la excepcionalidad de los «habitantes» que lo pueblan.
En esta zona, estupenda para dar un paseo rodeado de un tesoro natural casi único, podemos encontrar también rebollos, encinas, hayas y roble albar, además de acebos, brezales de Daboecia cantabrica, mostajos y avellanos.
En la carretera comarcal C-626, a unos 6 km de Cervera de Pisuerga en dirección Guardo (en la provincia de Palencia), se localiza el aparcamiento que inicia el itinerario para visitar la Tejeda de Tosande.

5. Robledal de la Laguna de la Cantera (Burgos), lugar de árboles centenarios
La majestuosidad del roble de la Laguna de la Cantera, también conocido como roble Tres Mojones, domina este paisaje forestal, ubicado en Huerta de Arriba (Burgos). Esta zona es bien conocida por sus bosques centenarios, dignos de visitar aunque, en este caso, no de abrazar: algunos ejemplares, como el ya mencionado, tienen una circunferencia de más de 8,6 metros.
A lo largo de las 400 hectáreas en las que conviven estos ejemplares, algunos con una antigüedad superior a los mil años, tendremos la oportunidad de activar la vista, el oído, el olfato e incluso el tacto y, por medio de este baño de naturaleza, tratar de recuperar nuestra esencia, nuestra paz. Porque los bosques de Castilla y León están llenos de sensaciones que experimentar.

6. Hayedo de La Pedrosa (Segovia), paisaje inspirador
En en puerto de la Quesera, frontera natural entre Segovia y Guadalajara, surge este bosque de hayas centenarias que cuando llega el otoño se viste de dorado y tonos naranjas. Muy cerca de Riaza, a 9 kilómetros de distancia, el hayedo de La Pedrosa, es el lugar perfecto para dar un inspirador en medio de un paisaje espectacular.
También es recomendable acercarse a experimentar las vistas panorámicas desde el mirador del Puerto de la Quesera del valle del río Riaza, de su embalse y de los pueblos que, como Riofrío, dan vida a la llanura segoviana.

7. Picos de Europa (León), espíritu aventurero
Sin duda, pasear en otoño por este lugar es una auténtica maravilla y una experiencia inolvidable. Hace nada estos dos hayedos del valle de Valdeón, enclavados en el paraje de los Picos de Europa, recibieron el título de Patrimonio de la Humanidad. El de Cuesta Fría cubre una abrupta ladera en la cabecera de la cuenca del río Dobra, en la divisoria natural con la del río Cares. Por otro lado, el acceso al bosque de hayas de Asotín es solo apto para aquellas personas con alma montañera y espíritu aventurero por su retirada ubicación: está encajado en medio de la canal del mismo nombre.

8. Faedo de Ciñera (León), recuerdos mineros y mucho más
Además de sus colores otoñales y sus hayas centenarias, el atractivo del pequeño Faedo de Ciñera, ubicado dentro de la Reserva de la Biosfera del Alto Bernesga, se encuentra en la historia de la ruta que te conduce a través de él, la misma que utilizaban cada día los mineros para ir desde el pueblo de Ciñera de Gordón hasta la mina, ubicada junto a las hoces del Villar, a las que se llega por un camino no apto para todos los públicos. En cambio, sí que es accesible, incluso para niños, el paseo del principio del hayedo, en donde caminar sobre pasarelas de madera y entre carteles informativos que dan cuenta de la flora y fauna autóctonas. Aquí, sin lugar a dudas, la protagonista absoluta de la zona es Fagus, una de las hayas más longevas de la península con sus 500 años de antigüedad.

9. Bosque del Duero (Valladolid), entre agua y variada fauna
La senda del Duero discurre desde Quintanilla de Onésimo hasta la localidad de Pesquera, por un bosque caducifolio. El recorrido discurre por una larga y estrecha cinta entre el río Duero y las tierras de labor, un espacio ideal para pasear, ya sea a pie o en bici (siempre con sumo cuidado, en este último caso).
Las alamedas predominan en la zona y, como imaginas, todos los álamos buscan la luz y el camino a veces parece un denso bosque de palos de diferentes tamaños. Aunque también podrás ver fresnos, chopos, muchos sauces, alisos y pinarillos.
No falta nada de tiempo y el bosque se volverá amarillo con todas esas variedades rojizas, ocres, granates, doradas… Será todo un espectáculo pasear por su interior y podrás recoger setas. Tampoco faltan fuentes y manantiales, lo cual se agradece en el camino.
Además del río, la ruta incluye una fauna variada e inquieta, como las ardillas, las garzas, cormoranes, patos y hasta algún martín pescador.
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