
Diablos, zangarrones, tafarrones, madamas, visparros y todo tipo de personajes recorren las calles de distintos municipios en los que el caos, los gritos, los saltos y las carreras son habituales
Castilla y León es un territorio con un rico patrimonio arquitectónico, monumental y medioambiental, cualidades a las que, con el inicio de un nuevo año, se suman no pocas tradiciones que la convierten en una comunidad singular, donde el arraigo a sus costumbres forma parte de sus señas de identidad.
Si piensas que lo tradicional no está de moda, acércate a partir del 1 de enero por varios lugares y pueblos de las provincias de León, Palencia, Soria, Burgos, Salamanca, Ávila y, especialmente, de Zamora, y verás qué ambiente se respira en sus calles gracias a la conservación de medio centenar de mascaradas de invierno. Declaradas como Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter inmaterial, Castilla y León preserva las más antiguas de la Península Ibérica; y decimos bien, porque en tierras lusas son también habituales estas manifestaciones populares.

Este tipo de festividades son de origen prerromano o céltico y, curiosamente, se mantuvieron sin problema en la cultura romana, adaptando estas costumbres. Bajo la denominación de mascaradas se reúne un conjunto excepcional y diverso de manifestaciones festivas que se celebran en pequeños entornos rurales, en los que la máscara o careta se configura como elemento que define al personaje ritual que interviene e interactúa con otros personajes o espectadores en diversas escenificaciones o representaciones de carácter teatral.
Diablos, zangarrones, tafarrones, madamas, visparros y todo tipo de personajes recorren las calles de distintos municipios en los que el desorden, el caos, los gritos, los saltos y las carreras son habituales en estas celebraciones que en el inicio del cristianismo fueron vistas como representaciones paganas y que, precisamente, por ello fueron desapareciendo poco a poco a causa de las multas que se imponían a quienes las practicaban. Pero, no todas corrieron tan mala suerte y hoy en día conviven con la religión y otras tradiciones.
Tras el éxodo rural de los años sesenta del siglo pasado, corrieron grave peligro de desaparición por la ausencia de jóvenes para protagonizar las recreaciones de las mascaradas, pero ahora son de nuevo un atractivo turístico y, por supuesto, una fuente más de recursos económicos en estas zonas menos pobladas.
Quizá Zamora sea la provincia en la que más expresiones ancestrales perduran. Aquí, los quintos representan al diablo y, para ello, se visten con vejiga de cerdo alrededor de la cintura y portan un cencerro, con el que hacen mucho ruido, lo suelen acompañar de unas tenazas y palos con los que golpean a la gente para que sean más fértiles. En cuanto al diseño de las máscaras, cuanto más feas y rasgos siniestros, mucho mejor. El múltiple colorido también es otro elemento que sobresale, así que no olvides la cámara de fotos.
El protagonista recorre el pueblo como símbolo de purificación con el fin de limpiar la energía y recoger lo positivo para el futuro. Son costumbres muy antiguas, asumidas por la Iglesia, de tal manera que ya representan también una celebración dentro del culto cristiano.
Algunas de las más antiguas que se celebran con el año nuevo y en víspera de Reyes:

El Zangarrón (Sanzoles, Zamora)
Desde primera hora de la mañana el Zangarrón, ataviado con tres cencerros al cinto y la espalda además de un tridente en la mano, se dedica a ir casa por casa del municipio zamorano de Sanzoles para felicitar el año a sus vecinos y desearles lo mejor, pero también para pedirles un aguinaldo. Hasta el mediodía, cuando llega a la ermita de Nuestra Señora del Castillo, donde hace una reverencia a la entrada de las autoridades municipales en señal de sumisión.
Durante la misa, el personaje espera a la entrada de la ermita hasta que el sacerdote da la bendición, momento en el que entra, hace tres reverencias, se acerca hasta el altar donde pincha con el tridente dos hogazas de pan, se las lleva y vuelve a saludar con tres reverencias al marcharse de vuelta al pueblo, donde se despide de los vecinos persiguiéndolos y azuzándoles en la plaza y las calles con su tridente.

Los Carochos (Riofrío de Aliste, Zamora)
Riofrío de Aliste acoge el primer día del año la mascarada de Los Carochos, una de las más ancestrales y declarada de Interés Turístico Regional. Aquí participan hasta 11 personajes y cada uno de ellos tiene una indumentaria y utensilios propios (máscaras, tenazas, polainas, cencerros, capa, corcho…) y que, divididos en tres grupos, irrumpen en las calles al mediodía.
Primero los dos protagonistas, envueltos en humo, seguidos por el grupo de Los Guapos. A continuación, les sigue El del Lino para, después, hacerlo Los Filandorros, carro tirado por dos burros incluido, y El Gitano que cierra la comitiva.
La careta del diablo grande, el personaje más conocido, es una máscara plana de corcho, pintada de color negro y con los ojos ribeteados de rojo, una nariz alargada y colmillos. Va vestido con una piel de oveja, chaqueta negra, pantalón, botas y polainas y su indumentaria se completa con media docena de cencerros sujetos a la cintura y unas tenazas extensibles de color rojo con las que amenaza a quien se cruza en su camino.
Los Carochos visitan las casas de los paisanos y piden el aguinaldo, en tanto que los Guapos hacen lo mismo, pero detrás de los protagonistas, utilizando la siguiente fórmula al entrar en cada casa: ‘Buenos días de Años Nuevos, en salida de Años Viejos, en vida de (cita los moradores de la casa)”. Y al salir, los personajes lo hacen con un ‘Que de hoy en un Año’.
Los tafarrones (Rodiezmo, León)
También en el primer día del año, la localidad leonesa de Rodiezmo acoge otra festividad muy arraigada conocida como Los tafarrones, en la que participan el tafarrón grande, la güela, el güelo, el barbero, la barbera y el mariquita, quienes, desde casi el alba, desfilan por las calles del pueblo y hacen la ronda por las casas del municipio hasta que llega el momento culminante, que es la representación del parto de la güela, el afeitado de los paisanos por parte del barbero o el inventario de las propinas recibidas, que luego que sirven para fiestas y cenas posteriores.

Talanqueira (San Martín de Castañeda, Zamora)
Cada 5 de enero, víspera del Día de Reyes, se celebra en esta localidad de la comarca zamorana de Sanabria la “Talanqueira o Visparra”, una de las mascaradas de invierno de la provincia más singulares. Una colorida vaca de tela es el personaje principal de esta mascarada en la que tienen cabida otros personajes singulares como los visparros, el ciego y el cernadeiro, que no tienen otra misión que lanzar puñados de ceniza al público.
Todos ellos recorren las calles de la localidad y persiguen a la gente cantando y bailando para pedir el aguinaldo en forma, sobre todo, de embutidos y frutas.
Los zangarrones (Garcibuey, Salamanca)
En la mañana del día de Año Nuevo vuelven a pedir el aguinaldo dos hombres vestidos de viejos, llamados ‘zangarrones’ (en la mañana de Navidad también salieron) por las calles de la localidad salmantina de Garcibuey. Lo recogido se subasta el día de Las Candelas, el primer domingo de febrero.
Los zangarrones de este pueblo, perteneciente a la comarca de la Sierra de Francia, salen seguidos por todos los miembros del Ayuntamiento, ataviados con capas. Los vecinos les dan chorizo, morcilla, tocino, oreja, patas de cerdo…, que echan en la cesta o en la banasta que llevan. Vuelven a realizar este peditorio por Añonuevo y salen por tercera vez a pedir en la fiesta de San Antón (el 17 de enero). Todo lo recogido se subasta públicamente en la celebración de Las Candelas, destinando para las necesidades de la iglesia el dinero recaudado.

El zangarrón (Montamarta, Zamora)
El zangarrón de Montamarta (Zamora) recobra el impulso de esta mascarada ancestral y saldrá los días 1 y 6 de enero. En este pueblo de arraigadas costumbres se representan mediante simbólicas diablescas y su protagonista, con careta de color rojo, pide el aguinaldo por las calles del pueblo, “arreando con sus tenazas a su paso a los jóvenes solteros que se cruzan en su camino”.
El zangarrón de Montamarta es una de las mascaradas con mayor proyección de la provincia de Zamora y de Castilla y León. Los quintos de la localidad.

Mascarada de Mecerreyes (Burgos)
Todos los años en coincidencia con el Carnaval y la Fiesta del Gallo salen a las calles de Mecerreyes, en la comarca del Arlanza, Burgos, sus famosas mascaradas. Una celebración que nadie debe perderse y que en los últimos tiempos ha conseguido una merecida repercusión internacional. El acto principal se lleva a cabo durante la mañana del Domingo de Carnaval y permite admirar un fenómeno —relacionado con el atávico Espíritu del Invierno— muy extendido por todo el continente europeo. Todas estas fiestas están a punto de ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
El ‘trapero’ es una de las máscaras más populares de Mecerreyes, que se elabora con jirones de tela de vivos colores y un palo de madera a modo de zurriago. Por la facilidad para disponer de sus materiales es una de las mascaradas más extendidas.
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