Todas ellas presentan historias y leyendas que contar y paisajes deslumbrantes para una ruta (o más) en cuanto se pueda
Recorrer las estrechas calles de Piódão y fijarse en las ventanas y puertas azules, probar un vuelo en parapente en Linhares da Beira, degustar las ‘sardinhas doces’ de Trancoso (postre realizado con almendras, yemas y chocolate) y admirar las ruinas del castillo, de la antigua Casa da Câmara en Marialva y del Palacio de Castelo Rodrigo son algunas de las experiencias que el viajero puede realizar en Portugal en cuanto la pandemia pase. Pero el recorrido por las aldeas históricas de Portugal es mucho más. Visitar las murallas de Almeida en forma de estrella, descubrir las caras de Mendo y de Menda en dos casas de Catelo Mendo y conocer la historia de Belmonte en el Museo interactivo son también otras propuestas que no debes perderte. Y para completar este tour por las aldeas históricas te proponemos descansar en el ‘chafavriz de Bica’ en Catelo Novo y apreciar la arquitectura de la plaza, o conocer las diferentes fases de construcción de la catedral de Indha-a-Velha o traerse un adufe o una ‘marafona’ (muñeca de trapo) de Monsanto (en la imagen de arriba).

Encaramadas a las sierras, se distinguen en la lejanía por las altivas torres de sus castillos medievales. Por eso se encuentran estratégicamente situadas a lo largo de la frontera. Reyes y terratenientes sabían que así podían dormir más tranquilos. Aunque a veces se equivocaban. Moros y cristianos, castellanos y portugueses, todos ellos intentaron tomarlas y, por eso, cada una tiene una historia muy antigua o una leyenda para contar. En la actualidad en ellas reina la paz y las piedras de las calles y de las casas conservan lo más genuino de Portugal: la autenticidad de su pueblo y el orgullo de una historia de 900 año
Son doce en total y para conocerlas, Turismo de Portugal sugiere un recorrido que, curiosamente, comienza en el único lugar en el que no hay ningún castillo para visitar: Piódão. La aldea se extiende por una ladera escondida en los confines de la Serra do Açor y, tal vez por eso, no necesitó de fortificación. La visita implica una gran caminata, ya que no hay otra forma de recorrer las estrechas calles que serpentean entre las casas de esquisto.

En Linhares da Beira, ya en la Serra da Estrela, destaca el castillo erigido en un altiplano, como atalaya sobre el horizonte. Tampoco hay que perderse la iglesia principal de origen románico y que guarda tablas atribuidas a Grão Vasco, importante pintor del siglo XVI. El centro histórico de Trancoso se encuentra rodeado por murallas medievales y cuenta con una judería en la que podemos descubrir símbolos hebreos grabados en las piedras de las casas.

Marialva fue una importante plaza militar en la Edad Media y Castelo Rodrigo conserva las ruinas de otra fortaleza con marcas de historias de luchas y traiciones. Vistas desde el aire, las murallas de Almeida forman una estrella de doce puntas que podemos recorrer de un extremo al otro. La construcción de esta sólida estructura defensiva se llevó a cabo en el siglo XVII y transformó el burgo medieval en una fortaleza. En Castelo Mendo, otra población fortificada, encontrás esculpidas en la piedra de dos casas las figuras que representan al alcalde que dio nombre a la aldea y a su esposa.


Belmonte, con su austera arquitectura de granito, vio nacer al navegante Pedro Álvares Cabral que, en 1500, descubrió Brasil. En los siglos XV y XVI acogió a los judíos expulsados de Castilla y, todavía hoy, mantiene una comunidad activa que asiste a la sinagoga. A 760 metros de altitud, Sortelha está situada sobre un terreno de escarpados peñascos que rodean la aldea formando un anillo. La vista desde la torre de su castillo es impresionante.


Castelo Novo cuenta con bellos ejemplos de casas señoriales, entre los que destacan la Casa da Câmara, la cárcel y el chafariz de Don Juan V, de estilo barroco. Idanha-a-Velha guarda las ruinas de la antigua Egitania y la catedral visigoda. Justo al lado, Monsanto recibió la consideración de la “aldea más portuguesa de Portugal”, galardón que recuerda el gallo de plata situado en la cima de la Torre de Lucano. Esta es la última aldea de este periplo y de ella se suele decir que no se sabe si la casa nace de la roca o la roca nace de la casa, debido a su perfecta integración con el paisaje.


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