
Una superficie de casi 1.800 kilómetros cuadrados que abarca 56 municipios custodia tesoros culturales y patrimoniales, un paisaje único y decenas de rutas y propuestas de turismo
El vino es una de las principales señas de identidad de España y de su gastronomía, además de un potente motor económico que, en los últimos años, se ha hecho un hueco propio en el sector turístico. Pero entre los centenares de caldos de los que se puede disfrutar en España, en torno a los cuales se ha conseguido dar forma a propuestas tan relevantes como las rutas del vino, figuran unos que llevan, precisamente, esa identidad en su propia esencia: los que se elaboran en la Tierra del Vino.

Ubicada en la provincia de Zamora, la Tierra del Vino es el corazón de la Ruta del Vino de Zamora, que se incorporó en 2021 a las Rutas del Vino de España y que ocupa casi 1.800 kilómetros cuadrados de los «dominios» del río Duero a su paso por las provincias de Zamora y Salamanca. De hecho, 56 son los municipios de ambas provincias enmarcados en una ruta cuya tradición vinícola ha sido el principal motor económico hasta hace apenas unas décadas.
Sus característicos suelos y su clima continental son ingredientes fundamentales para el crecimiento de sus uvas Malvasía Castellana, Moscatel de grano menudo, Verdejo o Godello, esencia de sus blancos, o Tinta del País o Tempranillo, protagonista de sus tintos.
La Ruta, que aglutina a una decena de municipios salmantinos y la propia capital zamorana, se ha convertido en un espacio de referencia turística por los tesoros patrimoniales, tradicionales, paisajísticos y gastronómicos que conserva.
Una tierra patrimonial
La Ruta del Vino de Zamora tiene en la capital una de sus principales paradas. De visita obligada es el castillo, la veintena de templos románicos que pueblan sus rincones, además de su imponente catedral y sus calles, que aún reflejan su pasado medieval. A ellas se suma un nutrido grupo de edificios modernistas muestra de la importancia que esta corriente tuvo en la urbe entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX.

La provincia, atravesada por la Vía de la Plata, ha sido testigo de la historia desde tiempos de los romanos, ya que el Cubo de la Tierra del Vino es el primer municipio zamorano de la calzada romana y, en torno a la Ruta, se pueden disfrutar otros muchos tesoros como el Monasterio cisterciense de Santa María de Valparaíso, las ruinas del Convento del Soto o las bóvedas de crucería gótica del templo de Santa María Magdalena de Corrales del Vino, además de decenas de bodegas subterráneas que jalonan todo el itinerario.
Postales al natural
El agua es parte de la vida de la Ruta del Vino de Zamora: los múltiples ríos que la atraviesan dan carácter a un paisaje que combina la arena con la grava y las piedras y el amarillo y el verde de los campos de cereal con la peculiar estampa de los campos de viñedo. A todos estos elementos, propios del paisaje y de la esencia de Castilla, se suma el silencio, también seña de identidad de la tierra, y la música que emana de sus fuentes naturales.

Es en este entorno, digno de postal, donde los turistas tienen oportunidad de respirar y disfrutar de infinidad de actividades, desde la práctica deportiva hasta el disfrute de un paseo a caballo. Porque son muchos los alojamientos turísticos rurales que ofrecen la posibilidad de practicar un ocio natural, saludable y enraizado en el terreno, que busca que el turista se empape del carácter y la idiosincrasia del paisaje pero, sobre todo, de las gentes que le dan vida.
Una mesa suculenta
La gastronomía es uno de los pilares de cualquier producto turístico que se precie, y en el caso de la Ruta del Vino de Zamora es, de hecho, uno de sus puntales. Desde el pan, ese manjar del día a día que en algunos lugares adquiere un sabor especial, hasta las conocidas legumbres, como los garbanzos de Fuentesaúco, pasando por quesos, embutidos o dulces, la carta a degustar en torno a la Ruta adquiere una dimensión especial.
Sus guisos y asados, así como el resto de sus productos, avalados por diferentes sellos de calidad, alcanzan un nivel superior de mano de sus caldos, concebidos para potenciar su sabor y dejar una huella imborrable en el recuerdo de quienes se acercan a probarlos.
Hoteles, albergues, casas rurales o posadas reales son las propuestas de alojamiento para cualquier alternativa turística en torno a la Ruta, bien sea en familia, con amigos o en pareja. Y las catas y degustaciones en bodegas tradicionales, parte fundamental de la visita, como también lo es el turismo agroindustrial, que permite conocer in situ el trabajo de los artesanos agroalimentarios.
La Ruta del Vino de Zamora está llamada a convertirse en una de las principales propuestas turísticas de Castilla y León y de España: desde el propio nombre de su comarca principal hasta la calidad de sus caldos, cuenta con todos los ingredientes para lograrlo.

Por Arancha Jiménez