
El Cerro de San Vicente con sus laderas, el Pozo de las Nieves, el parque del Botánico y el Centro de Interpretación de la Muralla cautivan a las 10.000 personas que han visitado estos vestigios durante el presente año
No pretende emular ni a Pompeya ni Herculano – las ciudades del Imperio Romano que fueron sepultadas por una terrorífica lluvia de ceniza y lava en el año 49 por la descomunal erupción volcánica del Vesubio – ni tampoco quiere restar protagonismo a la cordobesa Medina Azahara. Estamos hablando de Salamanca, la ciudad universitaria por excelencia que resplandece en el orbe mundial por la riqueza de su espléndido patrimonio histórico, encarnado por exponentes tan icónicos y emblemáticos como su Plaza Mayor, sus Catedrales, el convento de San Esteban, las Escuelas Mayores y el Puente Romano.
Y es que Salamanca no son solo majestuosos monumentos, sino mucho más. La nueva oferta turística de la que pueden disfrutar las miles de personas que la visitan son sus espacios arqueológicos, recuperados en los últimos años gracias a relevantes inversiones y que atestiguan la milenaria historia de la ciudad. Por ello, el Ayuntamiento de Salamanca está promocionando las visitas a los espacios arqueológicos como otra seña de identidad de la urbe.
El primer complejo arqueológico de visita obligada para conocer la historia de la capital charra es el Cerro de San Vicente y sus laderas. Las excavaciones realizadas por los arqueólogos en los últimos años han sacado a la luz restos de especial interés, que arrojan valiosos datos sobre los origenes de Salamanca. El yacimiento está considerado por los especialistas como el verdadero origen de la ciudad y acoge una amplia secuencia arqueológica que se inicia con un poblado de la primera Edad del Hierro, fechado entre los siglos VII y IV antes de Cristo. Cuenta con un espacio habilitado de 400 metros cuadrados, donde se muestran los restos exhumados en las excavaciones. Además, sobre las ruinas de la edificación monumental de esta zona del casco histórico, provocadas por la Guerra de la Independencia, emergió avanzado el siglo XIX un caserío popular cuya impronta ha perdurado hasta nuestros días. En definitiva, el Cerro de San Vicente atestigua que los orígenes de la capital charra se remontan a hace, nada más y nada menos, que 2.700 años.
En lo que se refiere a las laderas del Cerro de San Vicente, el parque que está terminando de construir el Ayuntamiento propone mantener un equilibrio adecuado entre su conservación como lugar histórico y su uso por los ciudadanos, con un diseño respetuoso con el pasado. Sus terrazas evocan el uso hortícola de este espacio a lo largo de la historia del antiguo convento que estuvo ubicado en la zona.

Galerías subterráneas
Para continuar disfrutando de la historia de Salamanca a través de sus restos arqueológicos hay todavía más opciones. Lugar de visita obligado es el Pozo de las Nieves, considerado como uno de los monumentos más peculiares y desconocidos de la Salamanca del siglo XVIII. Formando parte de las estructuras anejas al desaparecido convento del Carmen Calzado de San Andrés, que fue conocido como el ‘Escorial salmantino’ por sus grandes dimensiones y adusto estilo arquitectónico, el Pozo de las Nieves es una asombrosa construcción en la que los antepasados almacenaban y conservaban la nieve que traían sobre mulos desde las sierras de Francia y Béjar para convertirla en hielo, que luego aprovechaban para fabricar helados o sorbetes, como conservante o con fines terapéuticos.. Se trata de un espectacular pozo de más de siete metros de profundidad cubierto por una bóveda de pizarra. Pero no solo eso, en dicho emplazamiento también se puede admirar parte de la antigua muralla medieval de Salamanca, así como las caballerizas y tenadas del anrtiguo convento. Y sobre todo, las misteriosas galerías subterráneas, de origen y función inciertos, que sumergen al visitante en lo ignoto de las profundidades de la tierra.
Conventos y colegios mayores desaparecidos
Otro espacio imprescindible de Salamanca es el parque arqueológico del Botánico, que abrió sus puertas hace unos pocos años gracias al trabajo conjunto realizado entre la Universidad de Salamanca y el Ayuntamiento de la ciudad. Situado en el borde occidental del Teso de las Catedrales, amplio cerro sobre el que se desarrolló la ciudad de Salamanca a partir de la Segunda Edad del Hierro (siglos V al I antes de Cristo), este espacio conserva vestigios arqueológicos de gran valor histórico del convento de San Agustín y su iglesia de San Pedro, el Colegio de Cuenca y de su entorno urbano.
Los restos visibles del convento de San Agustín, al sur de la calle de San Pedro, además de su gran valor estético, son de gran valor arqueológico. El convento fue un importante centro de saber, donde habitaron y desarrollaron su actividad figuras tan destacadas de la cristiandad como Fray Luis de León o Santo Tomás de Villanueva.
La fundación de la Orden Agustina en Salamanca tiene lugar en la Edad Media. Los agustinos se establecen en el barrio de la judería donde poco a poco van acumulando propiedades, cediéndoles el obispo en 1377 la parroquia de San Pedro. Esta antigua iglesia románica será el germen sobre el que se levante el convento que llegó hasta el siglo XIX, y cuya construcción fue iniciada por Juan de Álava en 1516. Los restos hoy visibles se corresponden con el sector nororiental del convento, apenas una cuarta parte de los 10.000 metros cuadrados que ocuparon.

Finalmente y en lo que se refiere al desaparecido Colegio Mayor de Cuenca, que estaba situado en al norte de la calle de San Pedro, su claustro o su fachada principal debieron tener también un gran valor estético, constituyendo un importante centro de saber vinculado a la Universidad de Salamanca. Su construcción se inició en el siglo XVI, bajo la dirección de Juan de Álava, aunque las obras se prolongaron hasta el XVIII. Fue uno de los edificios más notables de la ciudad. Su fundador, Diego Ramírez de Villaescusa, era obispo de Cuenca y antiguo estudiante de la Universidad de Salamanca. Durante la Guerra de Independencia, bajo la ocupación francesa, el antiguo colegio fue utilizado como cuartel y en 1812 fue demolido por motivos estratégicos y para reutilizar su piedra en otras construcciones defensivas de la ciudad.
Fascinación por la muralla
La travesía por los vestigios arqueológicos de Salamanca se puede culminar con un quinto espacio más, como es el Centro de Interpretación de la Muralla, situado en la céntrica Cuesta de Carvajal e inaugurado hace unos pocos años. Precisamente, las excavaciones arqueológicas que se realizaron en la Cuesta de Carvajal permitieron descubrir parte del magnífico sistema defensivo de la ciudad de Helmantiké, fechada en la Segunda Edad del Hierro.
En el Centro de interpretación se puede apreciar un tramo de esta robusta muralla que en algunos puntos llega a alcanzar los siete metros de anchura, y que fue la que contempló el general cartaginés Aníbal en el verano del año 220 antes de Cristo, cuando sitió y tomó la ciudad con la ayuda de cuarenta elefantes.
Levantada en mampostería de arenisca trabada con tierra y pizarra, la muralla se acompañaba de un profundo foso excavado directamente en la roca y del que, desgraciadamente, se conservan pocos restos, ya que estas defensas prerromanas fueron destruidas en su mayor parte al construirse la muralla medieval.
De esta forma, los tesoros arqueológicos de Salamanca están añadiendo un nuevo encanto turístico a la ciudad. Buena prueba de todo ello es que estos espacios han cosechado ya cifras absolutamente espectaculares, siendo visitados por cerca de 10.000 personas en los cuatro primeros meses de 2022. Sin duda alguna, unos guarismos que permiten otear nuevos éxitos de la capital charra como destino turístico imprescindible.