La Premio Nacional de Fotografía expone en la Sala de La Pasión hasta el 21 de agosto, dentro de las actividades de PHotoEspaña, su trabajo en la ciudad etíope llamada a ser “la nueva Jerusalén”

Hace más de dos décadas, la Premio Nacional de Fotografía 1996, Cristina García Rodero, emprendió una de sus interminables exploraciones con la cámara. “Mis trabajos se eternizan, nunca terminan”, reconoce. Así comenzó a dar forma a su proyecto más ambicioso, ‘Entre el cielo y la tierra’, donde indaga en torno a conceptos como “la espiritualidad y la carne, lo religioso y lo pagano”, que le ha llevado a recorrer recónditos lugares de todo el planeta en los cuales se vive de una forma especialmente intensa la espiritualidad, desde Etiopía e India hasta México “y muchos otros países”. “Allí donde voy, me enamoro de los lugares”, reconoció hoy en la presentación de su exposición ‘Lalibela: cerca del cielo’, una muestra que podrá visitarse hasta el próximo 21 de agosto en la Sala Municipal de Exposiciones de La Pasión, en Valladolid, dentro de las actividades propuestas en la programación oficial de PHotoEspaña en su 25 aniversario.
Según explicó la comisaria de la muestra, Oliva María Rubio, el trabajo que ahora recala en Valladolid tras un lustro de itinerancia por todo el país es fruto de una serie de viajes que García Rodero realizó a Etiopía desde comienzos del milenio. Ya en su primera visita, en el año 2000, “quedó fascinada por Lalibela, una ciudad sagrada, enclavada en medio de las montañas, a 2.600 metros de altitud, que debe su nombre actual al rey Gebre Mesqel Lalibela, que gobernó en 1172 y 1212, y decidió crear en esta ciudad una nueva Jerusalén, un espacio de devoción, culto y peregrinación para los cristianos etíopes”.
Con esa idea en mente, fue él quien mandó construir once iglesias medievales excavadas en la roca, algunas a quince metros de profundidad, para convertir este enclave en un centro de peregrinación y devoción para toda la cristiandad etíope. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978, en este escenario García Rodero refleja los infinitos rituales que allí se producen cada año, celebrando la epifanía, el bautismo de Cristo o su martirio y resurrección. “Mucha gente va allí a ungirse con el agua bendita o a hacer exorcismos, y Cristina capta todo eso gracias a su inmenso trabajo y a su capacidad para introducirse en los lugares sin que se note su presencia”, señaló la comisaria.


Ritos y vida

En declaraciones recogidas por Ical, la artista recordó los orígenes del cristianismo en Etiopía, que se remontan al siglo IV, cuando unos sirios cuyo barco se hundió fueron acogidos y empleados por el rey en su palacio. “Poco a poco van transmitiendo la fe en Cristo y se convierten en cristianos ortodoxos dependientes de la iglesia ortodoxa de Alejandría”, apuntó sobre el origen de “un cristianismo muy antiguo”, en una ciudad que se expande alrededor de unos siete kilómetros.
En las celebraciones, según apuntó, “el día más importante es el del bautizo de Jesús”. “En esa jornada duermen en la Iglesia del Salvador del Mundo y, al amanecer, salen en procesión todas las iglesias de Lalibela. Es un espectáculo inolvidable, verlos bajar por la meseta caminando hacia el río Jordán, un pequeño arroyo que está siempre seco, donde han construido una cruz de cemento llena de agua para que la gente pueda bañarse allí y hacer un simulacro de bautismo, mientras los niños se divierten y juegan con el agua. Luego regresan de nuevo hacia la Iglesia del Salvador del Mundo, y recorren cada una de las otras diez iglesias, que tiene cada una su propio día de fiesta”, relató.
“Soy muy pesada trabajando, nunca estoy satisfecha con lo que hago. La primera vez que fui a Lalibela, en el año 2000, fui en Semana Santa, pero aquello fue muy sentido pero nada interesante visualmente. Luego regresé en 2004 y me dividí en varios espacios, y ya en 2009 fue cuando pude trabajar de verdad. Es monótono, porque son todo plegarias, rezos y misas que se prolongan durante varias horas, pero escucharlos cantar encima de las iglesias, con esos precipicios de las rocas cortadas, y ver cómo tocan la música con pequeños platillos que llevan en los dedos… Solo por ver eso ya merece la pena ir hasta allí”, defendió.
En ese sentido, subrayó que “Etiopía merece la pena de verdad”. “Hubo un momento en que era tan importante como Persia o como Roma. Era enorme. Ha ido perdiendo terreno pero aún así es más grande que España y Francia juntas”, afirmó antes de lamentar que, cuando todavía no han sanado las heridas de su guerra con Eritrea, se han embarcado en otra cruenta guerra porque el norte del país quiere separarse del resto, algo que a su juicio solo llevará a esa tierra “más hambruna y más pobreza”.
Otras exposiciones
García Rodero lamentó la ausencia hoy en Valladolid de su compañero en la Agencia Magnum Raghu Rai, el fotógrafo indio que ocupará también hasta el 21 de agosto la sala de San Benito con su exposición ‘Mother India’, reuniendo medio centenar de obras que abarcan casi seis décadas de su carrera artística. “Es una pena que no haya podido venir debido a una indisposición de última hora”, señaló, asegurando que conoció su trabajo “mucho antes” de conocerle a él mismo.
También añoró a la protagonista de otra de las muestras organizadas en Valladolid como subsede oficial de PHotoEspaña, la norteamericana Donna Ferrato, que “fue la primera mujer en preocuparse por fotografiar los malos tratos”, como prueba su exposición ‘Holly’, que hoy abrió sus puertas en Las Francesas, visibilizando un trabajo que convirtió a Ferrato en “defensora de la causa de la lucha contra la violencia hacia las mujeres” mucho antes de que ese tema se convirtiera en una prioridad de la agenda social y política.
La última muestra que hoy abrió sus puertas, en el seno de PHotoEspaña en Valladolid, fue ‘Lideresas’, un ensayo visual de la fotógrafa gallega Ana Amado, cuyas 16 lonas ya cuelgan de las verjas del Campo Grande recreando imágenes icónicas de la historia reciente protagonizadas por hombres que la ferrolana ha intervenido e invertido para dar visibilidad a las ‘Lideresas de Villaverde’, un grupo de mujeres mayores de un barrio obrero de Madrid que desarrollan actividades que buscan dar voz y luz a la mujer en la sociedad.

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